Luis Carlos Peris

El insulto y sus varias categorías

Roberto Carlos se va del campo por un ataque racista, pero nunca se fue un árbitro al que insulten a su madre

FALTABA sólo un minuto para que acabase el partido y el equipo de Roberto Carlos ganaba en Samara por un contundente 0-3. En ese minuto 89, un plátano, se desconoce si de Canarias o de dónde, caía en las inmediaciones del ex madridista. Indudablemente se trataba de una acción de desprecio al color de la piel del futbolista, que se agachó, agarró la banana y se fue al vestuario entre la estupefacción general. No es la primera vez que ocurre que ante una expresión racista, el ofendido reaccione de la manera que lo hizo el gran defensa brasileño y de hecho ya le pasó lo mismo al propio Roberto Carlos el pasado mes de marzo.

Estamos asistiendo a una espiral de violencia y de mala educación en los campos de fútbol y parece que únicamente se condenan los gestos racistas, como si la violencia que sufre el resto no fuese tan sancionable. El otro día se vivieron momentos muy complicados en Elche y todo se ha solucionado con cuatro partidos al entrenador visitante y 600 euros de multa al anfitrión. Indudablemente, el agravio comparativo es considerable sobre todo cuando pudo observarse el acoso con derribo incluido que sufrió el portero del Granada por parte de una afición enloquecida por la frustración que siempre lleva acarreada la derrota en su equipaje.

Pero volviendo a lo del plátano que dirigieron a Roberto Carlos hay que insistir en que ahí sólo es culpable el que lanza la banana y nadie más. Es un problema de una mala educación que nos parece idéntica a la de insultar a coro la reputación de la madre del árbitro. ¿Y por qué a ningún árbitro le ha dado por abandonar la cancha harto de escuchar que su madre ejercía la profesión más antigua del mundo? Roberto Carlos, como en su día hicieron Eto'o y algún hermano más, optó por irse del campo en un rapto de dignidad ofendida. Quizá si le hubiese dado por comerse el plátano y seguir jugando habría dejado sin argumentos a los cafres para que sigan ofendiendo.

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