La izquierda flamígera

Donde antes prendió la lucha interclasista, hoy triunfa el rubro y la categoría xenófoba de lo idéntico

Son muchas las personalidades que han mostrado sus reticencias al uso de la prisión preventiva en el procés. La última ha sido don Felipe González en el programa de Évole. A pesar de este desacuerdo, digamos doctrinal, a ninguna de estas personas (políticos, penalistas, etcétera) se la ha ocurrido decir que España es un país autoritario, afligido por un déficit democrático. Ésta es, sin embargo, la postura que han adoptado los sindicatos UGT y CCOO al añadirse a una manifestación cuyo fin no era otro que denunciar la persecución política que sufren los artífices del putsch catalanista. Un putsch, pronunciamiento, asonada o golpe de Estado contra el que dichos sindicatos no parecen hallar inconveniente alguno, de ahí que don Francisco Frutos los haya definido, muy plásticamente, como "palanganeros" del nacionalismo. Todo lo cual nos hace temer que, en breve, tanto CCOO como UGT renuncien a las subvenciones que reciben del inicuo régimen español.

No es la primera vez, en fin, que la izquierda más errática y desinformada encuentra irresistibles los argumentos de la ultraderecha nacionalista. Recordemos que don José Montilla, ex presidente de Cataluña, no vio particularmente condenables los hechos ocurridos en su Parlament; y, sin embargo, corrió a lamentar en público la aplicación del 155. Por otra parte, nadie ignora que la segregación lingüística que aplica la señora Armengol en Baleares (¡ah, el insuperable placer de segregar y orillar y distinguir en nombre del pueblo elegido!) no es una de las prioridades del socialismo. Aun así, vemos que una parte de la izquierda simpatiza abiertamente con el nacionalismo, al tiempo que deplora la existencia misma de la democracia española, por cuanto representa una rémora para la libertad de los pueblos. Quiere decirse, pues, que un sector de la izquierda materialista se ha deslizado hacia una izquierda flamboyant, donde lo que arde ya no es un ideal igualitario, sino el alma trémula del lugareño, que se sustancia y se despliega en una lengua vernácula. Lo cual implica, de igual forma, que donde antes prendió la lucha interclasista, hoy triunfe el rubro y la categoría xenófoba de lo idéntico.

Desde luego, se trata de convertir un concepto adventicio -el pobre, el desfavorecido- en una categoría absoluta (el catalán verídico y genuino). Pero se trata, mayormente, de transformar una condición social en una cualidad política. Y así es como la izquierda flamígera se sueña, por un momento, aristocracia.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios