La lentitud de la Justicia, al cabo, ha resultado ser una trampa para los propios políticos. En este país pocos jóvenes ambiciosos dan un duro por ser jueces. Y da susto entrar -aunque sea de visita- a los juzgados, a cualesquiera juzgados: los cerros de sumarios crecen como adolescentes y surgen por todos los rincones de estancias y pasillos, sin que ello a nadie ruborice. Los funcionarios hace años que dejaron de estar agobiados, no se sabe de cierto si porque se encomiendan, fervorosos, a San Judas -no a San Raimundo- o porque a estas alturas del cuento no dudan de que nadie, absolutamente nadie, les va a dotar de medios bastantes para que pronto brille la Justicia. ¿La Justicia?, cuando ésta llega tarde, ya no es justicia, a lo más, quizá se la pueda llamar "cosa juzgada". Y carpetazo.

A ningún partido político, a ningún gobierno -mucho menos- se le ha ocurrido, desde hace largos decenios, proponer en los presupuestos generales del Estado, ni en los de las Comunidades Autónomas, incrementos en las partidas destinadas a la administración de Justicia, en cantidades que nos pudiesen haber esperanzado en que ellos, los políticos, verdaderamente creen en la Justicia, en los jueces, en el sistema judicial, en la labor garante de los fiscales. No, esa esperanza también murió ahogada por el peso inexorable y aplastante de la realidad.

Pero héteme aquí, que a estas alturas, los fiscales y los jueces instructores prosiguen su tan pertinaz como absolutamente necesaria labor antibiótica, depurando, a lentísima velocidad, sí, pero depurando al fin y al cabo, a todos los elementos que ejercen sus actividades al filo o al margen de las leyes, esas que 'fabrican' a centenares diariamente en el Congreso de los Diputados, en el Senado o en los diez y siete -creo que son- parlamentos de las autonomías que, muchas veces, lejos de gobernarnos, confunden nuestras pobres existencias. Y como, aunque sea muy lentamente, la Justicia prosigue tejiendo como Penélope su velo durante el día, algunos políticos, que a lo mejor no han delinquido, pero sí que lo parece en algunos casos, son requeridos por la "ciega pesadora", en calidad de, antes "imputados" y ahora dichos "investigados" que viene a ser lo mismo.

Y ya tenemos otro circo, con elefantes, leones y payasos . Y algunos empeñados en hacer de trapecistas. Y es lenta, sí, es lenta la justicia. En ocasiones lentísima, tanto que deja de ser verdaderamente justicia. La opinión pública y los medios de comunicación -unos opinando y otros informando como es su obligación- hacen que destaque, por encima de la presunción de inocencia, la posible certeza de la comisión de las faltas o delitos imputados. Y como la Justicia no dice ni si, ni no, ni siquiera lo contrario, se derrumban los muros de la fama, resquebrajadas las frágiles vasijas del honor: por no haber dotado, en su momentos, de medios suficientes a la administración de la Justicia.

Y ahí tenemos a nuestro alcalde Paco Cuenca, bajo las gafas 'de cerca' de los jueces y las lupas gordas de los fiscales. Igual que el otro alcalde que antes fue: Pepe Torres. Y ambos inmersos en "causas judiciales complejas", es decir, año y medio de fase de instrucción, prorrogable a otro tanto y que, como dijo Cervantes "es como muerte civil".

Los de Ciudadanos -C's- al segundo lo enviaron a su casa. Y al primero, aún gobierna, con la anuencia del diputado de Ciudadanos Luis Salvador, que unas veces mide con vara de Burgos y otras de Alicante. Y el Partido Popular, apartado, aunque fue votado en mayoría. Eso es justicia, ¿O no?

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