Dice Pedro Sánchez que Quim Torra es un lepenista. Le Pen es sinónimo de tosca ignorancia, retórica y populismo esencialista, y hay que admitir que Torra es persona más leída que el viejo Le Pen y su apocalíptica hija juntos. Pero comparte con ambos el populismo etnicista, supremacista. Su artículo calificando a los españoles de "bestias con forma humana, que destilan un odio nauseabundo, con un bache en su cadena de ADN", supera a los Le Pen.

Sorprende que los estrategas del procés, con tan sutil manejo de la propaganda en la prensa internacional, los tribunales europeos y la movilización interna de sus suyos, hayan puesto a semejante individuo al frente de la Generalitat. Un fallo garrafal. No por supremacista: lo que Torra dice lo piensa mucho emboscado en la causa independentista, convencido del principio herderiano de que el hombre nace de una raza y dentro de ella su cultura, su educación y su mentalidad tienen carácter genético. O, dicho en plata, que no es lo mismo un extremeño que un catalán. Pujol incluso lo escribió: "el andaluz es un hombre destruido, que vive en estado de ignorancia, miseria cultural, mental y espiritual". Un ser inferior, vamos.

Hasta ahora sus falacias se vendían bien en el mercado internacional. Pero han puesto un lepenista en la corte del Rey Arturo… Son bastante monárquicos estos republicanos. Producen los nombramientos por la voluntad soberana de un hombre solo, que abdica en su sucesor. Y tienen nombres de reyes: Arturo, Carlos, Jorge… Además, acomodan la historia. Por ejemplo, consideran la actual presidencia de la Generalitat heredera de los diputados eclesiásticos que encabezaban la Diputación General medieval, que era una cobraduría de impuestos de la Corona de Aragón. Nostalgias medievales.

Nada de esto es para tomárselo a broma. En 1995, en su último discurso ante el Parlamento Europeo, el presidente Mitterrand recordó que él había nacido durante la primera guerra mundial y había hecho la segunda. Y subrayó una frase que se ha hecho célebre: el nacionalismo es la guerra. Se podría ampliar el concepto: el supremacismo es un crimen. Y, sin embargo, sirve de exhibición. El talante de Torra, como en general el de los fiduciarios del gen convergente, se puede visualizar en el tamaño del lazo amarillo que gasta, modelo king size, frente al minimalista de los miembros de Esquerra, de formato discreto. Una cosa es la protesta y otra la altanería.

Desgraciadamente, la ostentación está de moda. Trump considera a los inmigrantes animales. Idea de la misma escuela que las bestias de Torra. Debería el president repasar a Johann Herder, que también sostenía que ningún pueblo de Europa puede cerrarse a los otros y decir neciamente que sólo en él habita toda la sabiduría. Ilustración y humildad curan el lepenismo.

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