SE lo había dicho Rajoy a Mas en la entrevista mantenida en Moncloa hace pocos meses: "Estoy en el lío", y ahora, días antes de que se produjera una nueva reunión en Moncloa, el presidente de Gobierno se había referido a las manifestaciones independentistas de Cataluña como "un lío, una algarabía". Definición que sentó como un tiro a la mayoría de los catalanes, incluso los que saben que a Rajoy le gustan los palabros contundentes. Con esos antecedentes era previsible que la reunión entre los dos políticos no discurriera por buen camino.

El encuentro entre Rajoy y Mas ha sido, como se esperaba, un desencuentro. No hablan el mismo idioma, hace tiempo que se expresan en distinto lenguaje político aunque tiempo atrás sus relaciones eran mucho mejores de lo que auguraban sus debates públicos. A Rajoy le han soliviantado los afanes independentistas de Mas que incluso arrastraron a quien parecía imposible de arrastrar hacia el independentismo, Duran Lleida, y a Mas le ha soliviantado el muro constitucional que Rajoy levantó ante sus proclamas de independencia. Aunque venía soliviantado de antes, al verse obligado a unos ajustes que han encendido las calles catalanas.

Seguro que el presidente de la Generalitat es sincero en su defensa de la independencia, pero es seguro también que no estaba en su hoja de ruta y la cambió sobre la marcha para que pasara a segundo plano la desazón que viven los ciudadanos de Cataluña ante los recortes implacables de un jefe de gobierno regional que, como le sucedió a Rajoy, se ha encontrado las cuentas mucho peor de lo que esperaba. Artur Mas estaba decidido a plantear durante su mandato lo que considera prioridad para Cataluña, el pacto fiscal. Pero los acontecimientos le llevaron por otros derroteros y llegó a Moncloa a cara de perro y con tres incógnitas en sus carpetas: independencia, pacto fiscal y adelanto electoral.

Ante la independencia, el muro; y ante el pacto fiscal, negativa rotunda. El adelanto electoral depende sólo y exclusivamente de la voluntad de Artur Mas, pero podría apostarse a que lo habrá y que en noviembre o marzo podrían celebrarse unas autonómicas en las que el presidente de la Generalitat espera ampliar su victoria. Las presentará como una especie de referéndum sobre la independencia, convirtiendo el hipotético buen resultado de los partidos nacionalistas en un apoyo incuestionable al separatismo.

Está díscolo el presidente catalán, y regresa a Barcelona sin nada que pueda presentar como un logro. Habrá que ver si la posición incuestionable de Rajoy lleva a Artur Mas a ir aún más lejos en su independentismo y en su anticonstitucionalismo, o recoge velas. Pero lo más probable es lo primero, que se mantenga en sus trece. De hecho, abogó ante los periodistas por la reforma de la Constitución.

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