El macizo de la raza

Se ha convertido en un lugar común definir al Gobierno de España como un "macizo de la raza" iracundo y pastueño

Se ha convertido en un lugar común, no sólo del independentismo, definir al Gobierno de España, y a la España democrática en general, como un "macizo de la raza" iracundo y pastueño, que ignora las razones del adversario y arrolla cuanto no comprende. No obstante, este membrete injurioso alberga alguna sorpresa que pasamos a explicar rápidamente, para gozo de inconsolados y oprobio de ignaros y solapistas. Cuando don Antonio Machado, en su poema El mañana efímero, habla de "el macizo de la raza", no se refiere a esa "España inferior que ora y bosteza,/ vieja y tahúr, zaragatera y triste", sino a esta otra, henchida de provenir, la nueva "España que nace, la España del cincel y de la maza,/ con esa eterna juventud que se hace/ del pasado macizo de la raza".

Creo recordar también que don Claudio Sánchez-Albornoz utiliza la misma expresión, o alguna similar, al comienzo de su España, un enigma histórico (señalemos que don Claudio, amén de contradictor de don Américo Castro y su España en su Historia: cristianos, moros y judíos, fue ministro de Estado con la República y presidente del Consejo en el exilio). De modo que el macizo de la raza resulta ser, no la España autoritaria que se opone al refinado independentismo de Puigdemont, sino esa España popular, juiciosa y democrática, que resiste el reiterado agravio de un proyecto xenófobo, involucionista y contrario a las leyes. La "España inferior que ora y bosteza" no es, pues, la de quienes hoy se atienen al derecho de ciudadanía, sino la atolondrada turba de quienes rezan a los dioses de su tribu. Que Machado, por otra parte, hablara de razas, no tiene inquietar a nadie. Se debe al mismo sino modernista de Rubén y sus "Ínclitas razas ubérrimas"; y en consecuencia, no guarda sino una vaga relación, un tenue parentesco de época, con el determinismo fisiológico y la excepcionalidad cultural que alentó los nacionalismos del XIX y el XX.

Fue esta retórica de los pueblos, sin embargo, la que permitió esa ominosa decantación que instiga, medularmente, a los nacionalismos. Lo que en Rubén y Machado no era sino un modo lírico de subrayar una unidad esencial (la España una y diversa de don Claudio Sánchez-Albornoz), en el nacionalismo muta ya a una abrumada e inconsistente autofagia. Quede claro, en cualquier caso, que "el macizo de la raza" era, para Machado, esa España popular, abierta a la libertad y al trabajo. Nunca esa "España inferior que ora y embiste", y que tan distinguidamente representa don Oriol Junqueras.

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