El lanzador de cuchillos

El maltratador admirable

Eguiguren tiró de mano izquierda para transar con los terroristas y de mano derecha para cruzarle la cara a su compañera

Hay una determinada izquierda que divide el mundo en buenos y malos. Los buenos son los de izquierdas, los malos son los de derechas. Y los de centro, porque para esa izquierda el centro no existe, es un "no lugar", el escondite falaz en que se refugia la derecha vergonzante. Este esquema tan simple es el que sirve a la izquierda fetén para establecer las distintas categorías y bendecir o excomulgar, según corresponda. Así, distingue entre dictadores buenos y malos, delincuentes buenos y malos… y machistas chungos y cojonudos.

Toni Cantó - se acordarán- se atrevió a pisar un terreno minado, la violencia contra las mujeres, e imagino -porque no ha vuelto a chistar- que se le quitarían las ganas para una larga temporada. Quizá pensaba, ingenuamente, que en España hay libertad para hablar de todo, pero pudo comprobar que la nueva Inquisición no permite en este asunto salirse del discurso oficial, so pena de pasar a engrosar la lista de los apestados.

Cantó, a pesar de haber recogido velas y pedido disculpas hasta la saciedad, será ya para siempre, como Pablo Motos o los jueces de La Manada, un esbirro del patriarcado, un machista malo.

Porque también hay machistas buenos. Por ejemplo, Jesús Eguiguren, fontanero de las cloacas del zapaterismo, el hombre que compadreaba con Otegi y Josu Ternera, al que un Juzgado de San Sebastián declaró culpable de darle una paliza a su pareja tras una discusión conyugal.

Cantó cuestionó de manera precipitada los resultados de una ley manifiestamente mejorable y el tuiterío se dividió entre los que se acordaron de sus muertos y los que querían empalarlo. A Eguiguren, maltratador condenado por sentencia firme, lo eligieron presidente de los socialistas vascos y Jordi Evole, siempre tan incisivo, le dedicó una entrevista complaciente en la que se olvidó de preguntarle por su mujer.

La última en presentarse voluntaria al blanqueo de la biografía de El Negociador ha sido Almudena Grandes, a quien, según propia confesión, Eguiguren siempre le ha parecido "un hombre valiente y digno de admiración". Sí, la misma Almudena Grandes que lleva media vida bramando contra la violencia machista, ha escrito en El País la más reciente hagiografía -vendrán muchas más- de Txusito el abertzale, el héroe discreto que tiró de mano izquierda para transar con los terroristas y de mano derecha para cruzarle la cara a su compañera. El machismo bueno, se sabe, es cosa de progres.

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