Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Yo maté a Franco

Hoy quiero confesar que yo maté a Franco, ocho días antes que su yerno lo dejara marchar

No creo que tenga repercusiones penales el que yo deseara en mi interior, con cierta vehemencia, que Franco ascendiese al cielo para sentarse eternamente en la mesa camilla de clase media ferrolana en la que sus familiares muertos lo esperaban. Porque de internis nisi ecclesia, que, traducido al cristiano, quiere decir que en el interior de uno ni la misma iglesia tiene derecho a olisquear. Por aquí creo que no tengo nada que temer. Pero lo que voy a confesar ahora es muy fuerte. Y no sé cómo se lo van a tomar los intérpretes de la Ley Mordaza. Siempre he querido quitarme de encima este peso pero, cuando estaba a punto de hacerlo, sucedía algo como lo que le ha pasado a Cassandra Vera, la chica condenada a un año de cárcel por unos tuits que no han gustado a un tribunal, y reculaba. Por solidaridad con ella -me pase lo que me pase- y para librarme de un sentimiento de culpa que me corroe desde hace 42 años, hoy quiero confesar que yo maté a Franco el 12 de noviembre de 1975, unos días antes de que su yerno -empeñado en imposibilitarle una muerte digna- le diese el pasaporte para el más allá. La prueba -porque no me atrevería a confesar el magnicidio, si no fuera porque he encontrado el documento que no deja lugar a dudas sobre mi crimen- es un casete que grabé ese día remedando los partes del equipo médico habitual que atendía a Franco. Fueron tantos y tan puntillosos los comunicados sobre la salud del dictador que los españoles nos familiarizamos con los tecnicismos médicos de las múltiples dolencias que padecía el enfermo. Ese día, repito, el 12 de noviembre, había terminado de dar mis clases en el Instituto de Montilla a las 13:30 pm. Volví a mi casa, en la Rambla, en bici. Esperé a mi mujer para comer. Era la directora del instituto de ese pueblo, y miembro notable del comité local del PCE. Mientras la esperaba, grabé un parte médico inventado en el que, imitando la voz del locutor de RNE que leía los comunicados, anunciaba la muerte del General. Os lo transcribo: "A partir de las 10:20 de hoy, 12 de noviembre de 1975, el estado general del Caudillo ha sufrido un nuevo y definitivo agravamiento; la hemorragia gástrica se ha hecho incoercible y, ante la imposibilidad de una nueva intervención, la pérdida masiva de sangre ha llevado al enfermo rápidamente a una situación pre-agónica. Minutos después, el registro encefalográfico se ha hecho plano y las constantes vitales han cesado. Su estado es irrecuperable. La muerte clínica ha hecho su aparición". Cuando llegaron mi mujer y los otros profes a casa, como solían hacer en aquellos días para enterarse de cómo iba Franco, les puse la grabación. No reproduzco aquí sus reacciones, por pura cautela: aunque he de decir en nuestra descarga, y como atenuante, que no brindamos con cava, que lo hicimos con sidra-champán El Gaitero, famosa en el mundo entero.

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