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José Antonio / Montilla

El miedo

SEGÚN los analistas y la mayoría de los responsables políticos una de las razones que explican los resultados de las pasadas elecciones generales es el miedo. En concreto, el miedo a que Podemos pudiera llegar al Gobierno explica la subida electoral del PP, la bajada de Ciudadanos o la menor bajada del PSOE. Incluso el dato más llamativo, la pérdida de un millón de votos por parte de Podemos, se explica en parte por el propio temor de sus electores. Una cosa es votar a Podemos como partido protesta y otra muy distinta votarlo como partido de gobierno. Pero se dice con recelo, como si el miedo no fuera una razón legítima para decidir el voto. La esencia de la democracia es que todos los votos valen igual y nadie puede darle más valor a los suyos.

Lo cierto es que el PP ha jugado bien sus bazas en estas elecciones. Ha aprovechado una polarización con Podemos que, ahora lo sabemos, habían engordado los medios de comunicación y las encuestas preelectorales, con o sin intención. Ha hecho todo lo posible para que se visualice a Podemos como su oponente pues sabía que esa polarización le daba réditos electorales. Una parte del votante de Ciudadanos iba a retornar a la casa común de la derecha y el PSOE no podría apelar al voto útil en la izquierda pues únicamente Podemos parecía estar en condiciones de ser alternativa de gobierno. Por ello, Iglesias se presentaba con un mensaje moderado para no asustar al electorado y Sánchez reivindicaba su posición central en el tablero político. Sin embargo, el mensaje de todos era impostado salvo el del PP, al que le bastaba apelar al miedo a Podemos que se estaba asentado en buena parte de la sociedad española. Recordemos que la democracia cristiana italiana estuvo gobernando durante decenios ante el riesgo de que los comunistas llegaran al poder. También en España, la fuerza de Podemos ha facilitado el gobierno al Partido Popular. Según el CIS, la ciudadanía sitúa a Podemos en la extrema izquierda y la posibilidad de que llegue al poder un partido de extrema izquierda alienta el voto de los sectores conservadores de la sociedad, por más descontentos que estén con un partido con graves episodios de corrupción; impide que crezcan otros partidos en ese ámbito ideológico y, por supuesto, la división del voto en la izquierda es una garantía de que el partido hegemónico de la derecha mantendrá la mayoría. Ese comportamiento electoral puede consolidarse si Podemos mantiene las expectativas de los dos últimos procesos electorales y el PSOE no realiza los cambios necesarios para ser atractivo al votante progresista.

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