EL modelo de gestión utilizado para el Granada CF ha sido un fracaso continuo en los últimos veinte años. Todo se ha basado en la búsqueda de un mecenas cuyo único proyecto ha sido el urgente ascenso de categoría, sin construir ninguna infraestructura sólida. Alfonso Suárez, Murado, Jimena o Pedro Ruiz llegaron avalados por una supuesta solvencia económica, para poner dinero y pagarnos el fútbol a los granadinos. Pero el descenso a Segunda B a Suárez, el Albacete a Murado, el Murcia a Jimena y el Quintanar a Ruiz, les arruinaron sus intenciones. Enfocaron todo al éxito deportivo, gastando más de lo que ingresaban, adelantando el dinero, funcionando en la mayoría de los casos bajo tintes dictatoriales sobre la alfombra roja, bajo la ley de "yo pago, yo mando y aquí se hace lo que yo diga" y menospreciando e insultando a los críticos. Pero cuando llegó el fracaso, huyeron, dejando el club con una deuda mucho mayor, al borde de la desaparición y de la bancarrota.

No hemos aprendido nada en estos últimos veinte años. La familia Sanz también ha basado todo en el éxito deportivo. Con el ascenso de Tercera se revitalizó la entidad, pero los dos fracasos en Segunda B les han bajado los humos. Muchas promesas de conversión en SAD, ascensos, ciudades ecodeportivas (¿con beneficios para quién?), auditorías y pagos de todos los compromisos... Pero ayer los jugadores denunciaron que ya se les adeudan tres meses.

Pero la culpa de cómo está el Granada CF no es de nadie más que de los granadinos, que no somos capaces de mantener nuestro club de fútbol, que nos acomodamos a que un mecenas haga lo que le dé la gana mientras ¿pague?, que no construimos una base sólida que aúne esfuerzos de instituciones, empresarios y afición, que no nos preocupamos de que se cuide la cantera, de que haya instalaciones propias o de tener un club bien estructurado con profesionales de valía al frente. De saber utilizar el enorme potencial existente en beneficio propio como, por ejemplo, sí ha hecho el CB Granada.