Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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La palestra de Platón

En la Grecia antigua, según Ortega y Gasset, no se entendía muy bien lo que pudiera ser un amor de hombre a mujer

El ejemplar del diálogo Cármides de Platón que tengo en casa me lo regaló el profesor Jacinto Prieto. De su puño y letra, debajo del título, ha escrito: De la sabiduría, y un poco más bajo, entre paréntesis, la palabra Formidable. La edición es de 1934. Ni el más leve comentario sobre el juego erótico que el gran ironista que era Platón nos ofrece en el preámbulo de este diálogo. La escena parece sacada de alguna película cómica del cine mudo. Digna de ser comentada, al menos, por su gracejo. En la edición de la editorial Aguilar, de 1966, el traductor y anotador, Francisco de P. Samaranch, sí deja constancia del ambiente en el que tiene lugar la discusión que mantienen Sócrates, Critias, y Cármides sobre la sabiduría moral. "El diálogo", nos dice el traductor, "comienza con un preámbulo de un delicioso realismo anecdótico que nos lleva a la escena de la conversación y nos va presentando a los personajes que van a intervenir en ella". Samaranch no va más allá. Durante mucho tiempo se pudo hablar de los diálogos de Platón sin referirse por extenso a la homosexualidad o a la bisexualidad que de forma evidente se manifiestan en ellos. El antagonista de Sócrates, Cármides, es un efebo que sólo tiene 14 años. Guapísimo, además de muy inteligente, entra en la palestra -el gimnasio sólo para hombres-, donde enamora a los chicos de su edad y a los hombres maduros. Sócrates comenta que, al pasar, todos los contemplan como se contempla una estatua. Su presencia dio motivo a una escena extraordinariamente graciosa -de cine mudo, dije más arriba-, pues cada uno de los que estaban sentados en un banco se apresuró a empujar a su vecino con todas sus fuerzas, para hacer sitio al recién llegado, de tal manera que los dos últimos, es decir, los que ocupaban las extremidades del banco, uno tuvo que saltar de su sitio y el otro, menos listo, cayó de costado. Sócrates también sucumbe a los encantos del adolescente: "Entonces", refiere el filósofo, "por la entreabierta túnica de Cármides, atisbé una nueva belleza que inflamó mis sentidos". Ortega y Gasset sí repara en las peculiaridades de relaciones amorosas en la Grecia antigua y afirma que Platón, inversamente a nosotros, no entendía muy bien lo que pudiera ser un amor de hombre a mujer. Ya sé que en este punto, los lectores se estarán preguntando a qué viene este jarro de erudición fría que les está cayendo encima. Tiene que ver, desde luego, con el Día del Orgullo Gay. Mi humilde contribución a que se vea como normal, lo que ya en Grecia, era tenido como natural. Pero también he querido ponerme culto de la muerte para hacer frente a las críticas que he recibido por incluir en una columna anterior La venganza de don Mendo de Muñoz Seca dentro la alta literatura y para aparecer como entendido en materias tan abstrusas como la sociología, la antropología y la filosofía. Más que nada por darme pisto.

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