tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

El paso corto del rey

EL anuncio hecho por el rey Mohamed VI sobre la reforma constitucional en Marruecos es un paso en la dirección de la democracia. No obstante, las medidas planteadas por el monarca, que responden al clamor popular iniciado el 20 de febrero de este año, han dividido a la sociedad marroquí entre los temores de los conservadores [los usufructuarios del régimen, independientemente de su teñido político] y los que optan claramente, en numerosas manifestaciones, por una democracia sin corsé. Hace doce años, tras la muerte de Hasan II, muchos creyeron que se produciría el cambio que ahora se anuncia. De haber sido así, Marruecos habría dado un paso significativo en su condición de bisagra geoestratégica, y sus vínculos con Europa serían mucho más ventajosos que los actualmente existentes. Hoy, en Marruecos y fuera de Marruecos, podría pensarse que el rey no se mueve por convicción, sino por la presión popular y el eco de las revueltas en otras naciones árabes.

Comentarios como el de esta columna suelen molestar a nuestros vecinos cuando vienen de España. En general, los marroquíes poseen una fuerte identidad nacional y digieren mal las críticas foráneas, lo que tradicionalmente ha permitido a Rabat convertir las opiniones adversas en apelaciones patrióticas, y las denuncias periodísticas en campañas orquestadas desde el exterior. Algo parecido a lo que ocurría en la España de Franco. Un artículo en Le Monde, con información sobre las actividades opositoras al régimen, era presentado aquí como un ataque a los españoles. Sin embargo, terminada la dictadura, los mismos diarios que nos agredían se convirtieron en portavoces entusiastas de la transición democrática.

La cercanía con España le permite a Rabat un juego caprichoso de amor-odio que elude las ventajas de un diálogo descolonizado de prejuicios, con menos asimetrías políticas. En democracia, se diluyen la propaganda y la intoxicación. A la mala prensa de España en Marruecos se corresponde una opinión nada favorable sobre la nación vecina en nuestro país. ¿A quién beneficia tanta miopía? Los problemas son los que son, y algunos muy serios, como también existen con Francia, Gran Bretaña o Alemania. La virtud del diálogo en democracia es que sirve para amortiguarlos o resolverlos sin oscurantismo.

Un paso largo, que suponga transparencia, respeto a la soberanía popular y fin de la corrupción, cambiaría la fachada simbólica de Marruecos y, claro, las relaciones con España. Y aún más, daría valor añadido a una posición geográfica que suscita alianzas que hoy sólo responden a cuestiones estratégicas. El paso del rey se antoja corto.

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