Cuando el PSOE defiende el Estado plurinacional pretende romper el bloqueo en el que se encuentra la crisis de Cataluña. Entre los "hunos y los hotros", que decía Unamuno, la situación es cada vez peor. Necesitamos propuestas audaces para desatascar el conflicto. Cuestión distinta es que cualquier afirmación requiera mucha pedagogía para que su propósito sea bien entendido por la ciudadanía.

La Constitución quiso distinguir entre nación, nacionalidad y región. El Estado-nación se compone de nacionalidades y regiones. Las nacionalidades se diferencian de las regiones en que son comunidades con una identidad propia y un fuerte sentimiento de pertenencia por razones históricas, culturales o políticas. Son naciones según su acepción más habitual pero el constituyente quiso diferenciarlas del Estado nacional desde su misma denominación para dejar claro que no son naciones políticas.

Se puede cuestionar esa definición y, por supuesto, plantear su reforma. No se puede, sin embargo, sostener que la Constitución dice otra cosa cuando el Tribunal Constitucional, su intérprete supremo, ha explicado con bastante claridad está cuestión.

En consecuencia, si se quiere reconocer a España como Estado plurinacional hay que cambiar el artículo 2. La pregunta es ¿para qué? Desde la posición de Podemos la respuesta es clara. Se trataría de reconocer que España está compuesta por un conjunto de naciones que pueden decidir de forma unilateral constituir un Estado propio. Sin embargo, el PSOE nos plantea un Estado plurinacional en el que la soberanía reside en una única nación, España, y el resto son naciones culturales. En puridad, eso son las nacionalidades ya reconocidas en la Constitución.

El problema es que la mera apelación al Estado plurinacional sitúa el debate en el marco del nacionalismo. Ese marco es antagónico al del federalismo, por más que se quieran conciliar. El nacionalismo es separador. La exaltación del sentimiento de pertenencia a la nación aleja a sus miembros de quienes no forman parte de ella. El federalismo, por el contrario, es integrador. Parte del reconocimiento de la pluralidad, de la existencia de comunidades, grupos o naciones diversas para integrarlas en un gobierno compartido, resaltando lo que las une.

Me cuesta entender que el PSOE ayude a situar el discurso nacional en el centro del escenario. La respuesta socialista a la crisis de Cataluña no puede pasar por enfangarse en el debate sobre las naciones sino que debería sustentarse en la defensa con vigor y claridad, tanto fuera como dentro de Cataluña, del federalismo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios