Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

El ridículo

Al procès solo le faltan unos mártires y algunos esposados para rematar su peli de buenos y malos

En catalán, ridículo se dice "ridícul", casi igual que en castellano, en el fondo y en la forma. De ahí que sea tan fácil sentir vergüenza ajena, esa que sentimos cuando alguien que nos importa pierde los papeles delante de todos. Con el mundo mirando hacia Barcelona, ves cómo sus calles se llenan de gente manipulada que lucha contra un fantasma que solo está en su mente pero instalado muy profundamente.

Lo he visto en vivo y en directo durante cuatro días que me quedé en ciudad tan querida donde me pilló esa patética pseudo revuelta con aspiraciones de legalidad hecha tan torpemente. Prisioneros de unos extremistas, los siempre cautos burgueses catalanes se dejaron emocionalizar la mente con las soflamas pueriles inoculadas desde en niños en un sistema educativo torpemente consentido por el Estado. En el fondo, la culpa es nuestra pues hemos dejado que se incube y crezca esta bestia que ahora da dentelladas crecida como está al sentirse legitimada. Da lástima.

En el punto en el que estamos, al procés solo le faltan unos mártires y algunos esposados para rematar su peli de buenos y malos. La sonrisa entre psicópata y alucinada de Puigdemont y la abnegación virginal y jacobina de la monja sufragista Carme Forcadell que le secunda tienen mucho de esas pelis tan malas que en el franquismo sufrimos, con héroes místicos en el patíbulo y esas cosas. Un lío el catalán además de opereta que seguimos todos atentos con el corazón herido y el detector de mentiras que no para de lanzar alertas. Y la pachorra de Rajoy ayudando, de ahí la culpa compartida.

Pero no hay derecho. No puedes volver a la Rambla y sentir ni por un segundo que estás en el extranjero. Esteladas que cubanizan los balcones; rótulos solo en catalán por todas partes; televisiones que vomitan soflamas enmascaradas de información; medios acosados; amigos que se dan de baja de la amistad si les hablas como si estuvieras en Granada.. Una sensación pasajera que quiero olvidar para siempre pues Barcelona y todo lo catalán es parte de nuestra alma. Su secesión sería como dejar a Portugal sin Oporto, a Francia sin Lyon o a Italia sin Milán. Habrá que hacer un buen psicoanálisis colectivo para reencajar a la tierra catalana en el conjunto, pues ningún hueco de ausencia podrá suplir su presencia plena.

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