La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Otro rumbo

La representación política no es un instrumento de ostentación personal. Es la exigencia de la máxima transparencia

En el contexto actual la política no puede seguir siendo un intento por colar los hábitos de antes para seguir con los mismos gestos de siempre. Es un atraco a la inteligencia querer decir lo mismo aunque usando maneras distintas. Si nos empeñamos en solo cambiar palabras y la entonación que las envía al eco mediático, haciendo más humilde la verbalización de los adjetivos pero sin que los hechos acaudalen esa teoría bien o mal intencionada, estaremos dándole a la desconfiada ciudadanía más elementos de alejamiento y rabia que de apego y afecto.

Que el gobierno de Rajoy haya optado por incluir la palabra perdón en aquel discurso que merezca tal auto enmienda es una buena manera de incidir a favor de ese acercamiento. Que el presidente del Gobierno haga de la sinceridad en el reconocimiento del error una manera obligatoria de ejercitarse produce la sensación que hay alguien en Moncloa que ha aprendido a escuchar a la calle, y que va tomando el rumbo que la sociedad prefiere entre sus gobernantes democráticos.

Bien harían todos los partidos políticos atendiendo esa exigente voz ciudadana tomando medidas inclinadas a reformar lo que no va bien o podría ir mejor, a todos los niveles, empezando por el primero: el interno. Los militantes y simpatizantes de todos los partidos necesitan ese orgullo añadido para defender sin cuestión previa ni razón oscura la legitimidad de sus ideas encauzadas a través del partido que prefieren.

La representación política no es un instrumento de ostentación personal o laboral. No es un lugar de exhibición glamurosa, ni debería ser un simple ungüento con el que envolver de exceso y lujo lo que no es más que un pasajero espacio de servicio público. Es la exigencia de la máxima transparencia, del rigor en el manejo del caudal público, de afinar la capacidad de oír más que de ensordecerse con el entontecimiento que el ejercicio del poder conlleva y agrava.

De ahí que la acumulación de cargos no sea buena para ese objetivo, o que éstos se ostenten sin fecha tope de su ejercicio. Es preciso que la democracia en los partidos sea un espacio mucho más amplio y compartido que no un ejercicio de vigilancia con el que amarrar fidelidades y lealtades. Y que elijan todos, no un solo dedito, inmisericorde con el infiel al jefe. Es necesario entender que perpetuarse ahí arriba tiene dificultades de entendimiento entre quienes están abajo, y hace más difícil romper el actual aislamiento de los partidos. Que otro rumbo es posible. Y usted que lo lea.

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