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Rafael Sanchez Saus

El secreto de Esperanza Aguirre

COMO el de la esfinge, el secreto de muchas mujeres consiste en no albergar secreto alguno. Son simple y cabalmente cuales son, y siéndolo consiguen admirarnos, seducirnos, hacer de nosotros lo que quieren con sólo proponérselo. Sin secretos, sin secreto.

Hablemos de Esperanza Aguirre, imprevisible y determinada hasta el último día, como haciendo honor a ese nombre teologal y euskaldún que lo mismo convendría a un pozo minero que a un galeón de Indias. ¿Cuál podría ser el secreto a voces de una política de éxito tan arrollador como, al principio, inesperado, quizá por su apariencia un tanto frívola, quizá porque, además, nunca ha prescindido de esa majeza tan madrileña, entre castiza y aristocrática, que choca e incomoda a buena parte de la sociedad española actual?

Hablamos de Esperanza Aguirre, la condesa rubia con mechas que podría haber puesto todos sus afanes vitales en pasear por Serrano en busca de un bolso, haciendo de la lencería el único propósito liberal de su vida. ¿Qué secreto guarda la mujer que en unos pocos años ha destruido la hegemonía política y cultural que la izquierda ostentaba en Madrid desde el comienzo de la Transición, y con ello ha generado un cambio de corriente cuya verdadera magnitud, apenas visible aún desde Andalucía, podría cambiar la suerte de este país si sus propios compañeros de partido no lo esterilizan?

Hablamos de Esperanza Aguirre, la mujer que, si la hubieran dejado los rectores hubiera podido salvar la Universidad y la Educación en España. Ella, tan inclinada a las respetables soluciones liberales y a llevar la presidencia de Madrid como una hacendosa ama de hogar, pero capaz de sobrevivir a los accidentes de helicóptero, a los atentados islamistas y, quiera Dios, al cáncer. ¿Con qué arte secreto consigue atraer a jóvenes y a pensionistas, a intelectuales y dependientas, a taxistas y profesionales liberales? Más admirable aún, ¿cómo hace para concitar la saña y el desprecio de todos esos políticos, dentro y fuera de su partido, en los que los españoles tienden a ver cada vez más, no a sus dirigentes, sino a sus primeros enemigos?

La autenticidad es una de las virtudes casi desaparecidas en la España actual. Tanto que ya ni siquiera sabemos reconocerla cuando la tenemos delante. Buscamos el secreto y encontramos una y otra vez a la persona tal cual es. No nos basta porque esta edad cree que el éxito debe ir acompañado siempre de un pacto ominoso. Pero quien está dispuesto a dejarse la piel no necesita vender el alma. Hablamos de Esperanza Aguirre.

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