Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

A por setas

Patxi López permanece con un pie en cada orilla del río a riesgo de que una crecida lo 'escoñe' en el instante postrero

Paco Crespo, al que tuve de subdirector, y después de director, durante buena parte de mi errática carrera profesional, refería con frecuencia un chiste destinado a caricaturizar el carácter sobrado de algunos vascos. Lo reproduzco con ciertas libertades. Dos amigos van a por setas al monte. Al cabo de un rato uno de ellos coge algo que encuentra en el suelo, se alza y dice: "¡Anda, un rolex!". Su amigo lo contempla con indiferencia y continúa la búsqueda. Poco después el primero de ellos vuelve a inclinarse y exclama: "¡Mira, Gorka, otro rolex!". Su compañero tuerce el gesto y aprieta el paso. A los cinco minutos el afortunado se inclina por tercera vez y grita: "¡Imposible, otro rolex!". Gorka se vuelve, lo mide de arriba abajo y le reprende: "Joder, Patxi, ¿vamos a setas o vamos a rolex?". Gorka era vasco de caserío, pero tan vasco como él era Patxi; y Patxi, Patxi López, el tercero en concordia en las primarias del PSOE, va a setas y va a rólex… aunque más a rolex. Patxi López ha realizado una jugada muy vista en política, ha puesto en marcha una candidatura sin otra pretensión que la de rendirse a última hora al presunto ganador y obtener después una jugosa recompensa a cambio. ¡El cupo vasco!

Patxi López simboliza como nadie el abismo abierto entre los cuadros y las bases del Partido Socialista y la incertidumbre respecto al resultado en las elecciones internas del día 21. Sus llamadas constantes a la recomposición y la unidad indican que Susana Díaz lo ha hecho rematadamente mal como costurera y que las heridas abiertas tras la defenestración de Pedro Sánchez en el Comité Federal del 1 de octubre, lejos de cerrarse, son ahora más profundas. Y su larga espera, su resistencia a aliarse con ninguno de los otros dos candidatos a una semana del día D, revela que ni siquiera un veterano en mil batallas, como él es, tiene claro el nombre del ganador. De ahí que permanezca con un pie en cada orilla del río a riesgo de que una crecida lo escoñe en el instante postrero. Pero la jugada puede torcerse. Su olfato político parece distar mucho del de Pío Cabanillas, aquel gallego socarrón y franquista que ocupó puestos de alta relevancia en la Dictadura y los albores de la Democracia, el mismo que, nada más concluir unas elecciones, se río de todos y de sí mismo y preguntó: "¿Quiénes hemos ganado?". O decide pronto o Patxi corre el riesgo de quedarse sin setas y sin rolex.

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