la bitácora

Félix De Moya

El síndrome griego y los funambulistas

AHORA dicen algunos reputados economistas que la muy estricta reducción del gasto público a la que la Unión Europea ha obligado a Grecia puede estar retrasando la salida del país heleno de la crisis. Parece ser que restringir mucho el gasto no es bueno porque a la economía le viene bien que todos, también las administraciones, seamos un poco rumbosos pero sin pasarnos. Hacer de 'Tío Gilito' no es bueno para nadie, porque el dinero debajo de la baldosa no beneficia ni al dueño de la ídem. Esperemos en todo caso que la experiencia griega sirva aquí para evitar que nos pasemos en la frenada. Tanta reducción de plazas de empleo público, del gasto en infraestructuras, de empresas públicas, de gasto en educación, sanidad y dependencia, será necesario para ajustar nuestro ritmo de vida a nuestras posibilidades, pero conviene no perder de vista que si las administraciones gastan poco los ciudadanos consumimos menos y muchas empresas reducirán su actividad y aumentará el paro. En definitiva, continuando con el símil automovilístico, conviene reducir la velocidad para no chocar con el de delante, pero tampoco pasarse pisando el freno y terminar provocando que te den por detrás. Al parecer, y siempre según los expertos, esto termina siendo un problema de equilibrio que nuestros políticos terminan interpretando como un problema de funambulismo. Los actores de esta representación son, los funambulistas, nuestros avezados líderes intentando convencernos de que a ellos nunca se les rompe un plato; los economistas, siempre dispuestos a explicar por qué no se le han caído los platos al funámbulo; y finalmente nosotros, el público, al que se le exige que se pronuncie en cada representación sobre las habilidades de unos y otros en términos predictivos. En realidad, nos enseñan a los funámbulos y se nos pregunta quién lo hará mejor.

Esto es lo que había venido sucediendo hasta las últimas elecciones. Pero en este último caso, visto el resultado, parece haber cambiado la pregunta. Tras el análisis del reparto de votos parece que hemos contestado a la pregunta, ¿a quien no queremos ni ver en el escenario?, ¿de qué malabaristas estamos hartos?. Y realmente la respuesta ha sido alta y clara. Lo malo es que parece que hay quien no se ha enterado muy bien y anda por ahí sacando pecho y diciendo que ha sido elegido. Mal asunto si el ganador no se da cuenta de que muchos votantes en su afán por castigar al dueño de la escena ni siquiera han considerado la posibilidad de trasladarle su apoyo y han preferido quedarse en casa. Si esto es así, seguiremos asistiendo al espectáculo de funambulismo, ahora con otros artistas, mientras el teatro a nuestro alrededor se cae a pedazos.

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