La tribuna

Pablo Antonio Fernández Sánchez

¿Cada uno en su sitio?

ESTOS días he estado recordando un libro de memorias del ministro español de Asuntos Exteriores Fernando Morán, que tituló España en su sitio, para reconciliarse con su labor de ministro. Lo he recordado en Río de Janeiro, donde he tenido la oportunidad de participar en el Foro de Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones.

Cuando el 21 de septiembre de 2004 el presidente Rodríguez Zapatero lanzó esta idea ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, fundamentada en la necesidad de establecer no sólo vínculos de diálogo sino estructuras activas, no creo que fuera consciente de la trascendencia de su dimensión. Pero no voy a vender esto en tiempos de crisis económica y de mercados, donde sólo priman los interesen personales inmediatos.

A pesar de ello, otros menos acomplejados que los españoles saben aprovechar las oportunidades. Por ejemplo, el presidente de Brasil, Lula da Silva, estrenando liderazgo internacional, ha querido ser el anfitrión de este Foro de Naciones Unidas. Y lo ha hecho con orgullo y determinación.

Ni que decir tiene que han asistido al mismo representantes de más de cien estados, de organizaciones internacionales y de organismos de Naciones Unidas, muchos de ellos representados al máximo nivel de jefes de Estado o de Gobierno.

Cada uno, como es lógico, ha barrido para casa. Lula ha sido rotundo. No se puede pensar en civilizaciones sin tener en cuenta la latinoamericana, sobre todo a Brasil, india, negra y occidental. Luego, algunos de sus ministros se encargaron de hacer llegar el mensaje de las pretensiones de Brasil para conseguir un escaño permanente en el Consejo de Seguridad.

Ban Ki-moon visitó previamente una favela antes de arengar sobre la necesidad de ser buenos y benéficos, dejando claro que la ONU, lejos de liderar sus grandes propósitos y principios, ha quedado relegada a una super ONG oficial.

Erdogan, en nombre de Turquía, fue también, como Lula, potente en su discurso y en sus ideas, pero, sobre todo, se encargó de hacer llegar al mundo por qué fue a visitar Irán con Lula, preguntándose, con bastante lógica por qué hemos de aceptar que los Estados con armas atómicas tengan que prohibírselas a los que no la tienen, en vez de desarmarse y predicar con el ejemplo. También ha sido una llamada de atención a la Unión Europea por su retraso para su adhesión, que anhela fervientemente y debemos apoyar sin fisuras.

La presidenta argentina, Fernández de Kichner, presentó a su país como modelo de integración, pero aprovechó el discurso para dejar claro cuál es la principal iglesia de su país (no la catedral de Buenos Aires, donde la oposición celebró el Te Deum por los 200 años de la República). El presidente boliviano, Evo Morales, mostró su rechazo más ácido contra una civilización que mató unos setenta millones de indios, con la cruz o con la espada, y no se olvidó de arremeter contra el capitalismo, el mal de todos los males.

Saud al Faisal, ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, inició sus palabras dirigiéndose a todos en nombre del "todopoderoso y misericordioso Alá y de Mahoma, su profeta", para adentrarse en una interpretación del Corán más tolerante, admitiendo palabras contra el terrorismo o favoreciendo el perdón, aunque se olvidó de las mujeres.

Entre otros oradores que estuvieron en su sitio, el alcalde de Sevilla, que no habló de La piel sensible pero sí de Construir un sueño y Gaspar Zarrías, que habló de Al Ándalus, con una especial referencia a una embajada del califato Omeya, que fue muy celebrada.

Sin embargo, creo que el presidente Zapatero debió haber estado en Río, a pesar de la incomprensión que generaría su viaje en España. Las cuestiones trascendentes tienen que estar por encima de las críticas mezquinas porque, si no, corremos el riesgo de que, como dejó claro el ministro Moratinos, los mediocres políticos de Lérida, hoy, prohíben el burka en las dependencias municipales, como si fuera un clamor popular, pero ¡ay, mañana!...

También creo que la presencia de la Unión Europea debió ser inexcusable. Nadie la representó. Quizás esto signifique también que la Unión Europea estuvo en su sitio, es decir, ausente. Comprendo que esté muy desmotivada tras la Cumbre de Copenhague sobre Cambio Climático, pero Europa no puede faltar en estos Foros desde donde tanto se sensibiliza y moviliza. Es una exigencia que esté presente y se manifieste no sólo su voz sino, sobre todo, su acción. Todo no es el G-20 o Davos. En estos foros se habla de la esperanza de millones de personas de convivir con dignidad y, como se dejó claro, convivir no es sólo vivir juntos, sino la aceptación del otro. Y eso vale más la pena, lo aseguro, que las medidas para reducir el déficit público. ¡Qué sería de todo nuestro sistema de bienestar sin seguridad!

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