Sólo en los barrios históricos, en los que todavía hay viviendas de renta antigua y pequeñas tiendas de comestibles, se conservan las costumbres de toda la vida. Sólo en esas calles y plazas sacan todavía los vecinos sus sillas para tomar el sol en las mañanas de invierno y el fresquito en las noches de verano. De ahí que estos enclaves haya que conservar edificios, urbanismo pero también los usos de los habitantes.
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