Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

La sonrisa de 'Pescaíto'

Las sociedades que no se indignan ante monstruosidades o están muertas o son cómplices

Una columna, basada en lo que observa cuando miramos alrededor, no podía pasar por alto la conmoción social provocada por el asesinato del pequeño almeriense Gabriel Cruz a manos de la circunstancial pareja de su padre Ana Julia Quezada. La sonrisa de 'Pescaíto', como cariñosamente lo llamaba su madre por su amor a los peces -la Guardia Civil denominó 'Operación Nemo' la búsqueda de Gabriel, en homenaje- se ha colado en los corazones de todos. Al margen de la polémica de si ha habido exceso informativo, morbo y negras pasiones -abominables algunas vertidas en la cloaca de las redes sociales-, personalmente me parece muy positiva la indignación que provocan hechos de esta calaña. Las sociedades que no se indignan ante monstruosidades o están muertas o son cómplices. La indignación es muy sana y el mejor antídoto contra el adormecimiento social. He mencionado muchas veces a Unamuno, cuando refiriéndose a los escritores franceses decía: "Me gustan Lamennais, Leon Bloy, Jacobo Rousseau, Flaubert… No me gusta Anatole France porque no sabe indignarse". Saber indignarse. Nos hemos indignado, a nivel mundial, con la guerra de Iraq y las víctimas inocentes provocadas, nos indignamos ante el drama de los refugiados -¿recuerdan el cadáver de un niño varado en una playa que conmovió a Europa?-, menos, quizá, por la abominable costumbre, de la interminable guerra civil de Siria, por los atentados terroristas -hace pocas décadas por los de ETA, actualmente por el yihadismo- y nos hemos seguido indignándonos por crímenes individualizados: los de la pequeña de cinco años Mari Luz Cortés, la de los hermanos José y Ruth Bretón, asesinados por su padre en 2011, multitud de pequeños como Johanatham, Tamara, Dónovan, Montse, Erika, Asunta, Lucía, Yeremi e infinidad de casos de desaparecidos o de cadáveres infantiles hallados, a los que añadir el ignoto de Marta del Castillo y, recientemente, el caso de Diana Quer, entre tantos otros instalados en la conciencia social.

Dejemos que los políticos se peleen como bellacos sobre penas, códigos y leyes, pero yo me quedo al lado de la gente que se indigna, emociona o llora. Cómo hicieron los guardias civiles al descubrir que el cuerpo de Gabriel estaba inerte y que en su rostro no se dibujaba la sonrisa alegre de 'Pescaíto', como símbolo de paz, pero nunca de indiferencia por perderla.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios