Editorial

La unidad resiste las bombras de ETA

EL atentado con bomba-lapa que ayer costó la vida al inspector de policía Eduardo Puelles en la localidad vizcaína de Arrigorriaga supone la reaparición de la banda después de varios meses sin poder cometer crímenes y la primera acción terrorista mortal desde que el socialista Patxi López fue investido como lehendakari. No hay otra interpretación posible más que la evidencia de que ETA persiste en su designio de seguir matando en cuanto tiene la oportunidad de hacerlo y que el debilitamiento extremo en que se halla por la acción policial y la colaboración internacional no ha convencido a sus dirigentes de la necesidad de abandonar la violencia y disolver la organización. Sin embargo, el contexto en que se enmarca la estrategia etarra sí que ha cambiado, pero en el sentido opuesto al que la banda hubiera querido. Por un lado, se ha producido la sustitución legítima de un gobierno nacionalista por otro constitucionalista en el País Vasco, de modo que la lucha antiterrorista se mantiene allí sin ambigüedades. Son significativas las palabras de Patxi López sobre el atentado, señalando a sus autores el camino que les espera (la cárcel) y su propia actitud, acudiendo de inmediato a consolar a la familia de la víctima y ordenando que las banderas oficiales ondeen a media asta en señal de duelo y respeto. Por otro, la banda terrorista se encuentra sin presencia en las instituciones a través de su brazo político, salvo los restos de ANV en algunos ayuntamientos. En tercer lugar, aunque no menos importante, esta acción terrorista se perpetra en el momento histórico en que es más profunda la unidad política contra el terrorismo a nivel nacional. La política de firmeza llevada a cabo por el Gobierno Zapatero desde el fin de última la tregua de ETA es plenamente compartida y respaldada por el principal partido de la oposición, el Partido Popular. Zapatero y Rajoy viajando en el mismo avión para acudir juntos, ayer tarde, a la capilla ardiente del inspector vasco Eduardo Puelles simbolizan mejor que ninguna otra consideración el estado avanzado en que se encuentra el proceso que concluirá, al fin, con la liquidación de ETA. Irreversible.

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