Pablo Iglesias cae en su propia trampa

Lo mínimo que se le puede pedir a un político es coherencia, más cuando éste se presenta como un austero redentor

En una sociedad democrática y capitalista como la nuestra, en la que la libre iniciativa y el ánimo de mejorar económica y socialmente son potentes motores de progreso, no debería de ser extraño que dos profesionales de éxito decidan comprarse un chalé de lujo. Los ciudadanos tienen el derecho de dedicar su renta a lo que estimen conveniente, siempre que sea legal, sin que nadie esté legitimado para criticarlo. Por lo tanto, no debería existir ninguna objeción al hecho de que Pablo Iglesias e Irene Montero, líderes de Podemos, hayan decidido adquirir una casa en Galapagar por el elevadísimo precio de 600.000 euros, más cuando cuentan con la financiación asegurada gracias a una hipoteca concedida por la Caja de Ingenieros. Sin embargo, la noticia ha causado un gran impacto en todo el país y ha estallado como una bomba dentro de las filas de Podemos, porque a nadie se le escapa que hay una insalvable contradicción en lo que hasta ahora ha predicado Pablo Iglesias y la adquisición de dicho domicilio. Iglesias, hasta muy recientemente un desconocido profesor, ha basado todo su meteórico ascenso político en un discurso populista y maniqueo en el que señalaba unos malos (los ricos, los de arriba, la casta) y unos buenos (los pobres, los de abajo, los ciudadanos de a pie). No ha sido éste un discurso generalista y vago, sino que se concretaba en acusaciones específicas a políticos por disponer de una serie de bienes, aunque éstos hubiesen sido adquiridos de acuerdo a la ley. Ahora, Pablo Iglesias ha caído en su propia trampa y en unos momentos en los que la gran mayoría de los españoles tienen auténticos problemas para adquirir un sencillo piso en propiedad, él se compra una auténtica mansión. Lo mínimo que se le puede pedir a un político es coherencia, más cuando se ha presentado ante la opinión pública como un austero liberador que venía a redimir al país de los excesos de la casta.

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