Podemos y las ganancias en el río revuelto

Iglesias pretende atraer a Sánchez y romper el bloque constitucional en Cataluña para impulsar un cambio radical en España

La crisis catalana está sirviendo, al menos, para que Podemos, un partido que lleva demasiado tiempo jugando a la ambigüedad para intentar sacar ganancias electorales en el río revuelto de Cataluña, haya tenido que posicionarse claramente sobre la cuestión catalana y desvelar su futura estrategia para el conjunto de España. Ayer, en la autodenominada Asamblea de cargos públicos por la libertad, la fraternidad y la convivencia -un nombre tan altisonante como hueco-, Pablo Iglesias dejó claro hasta qué punto no le importa coquetear con la ruptura de la democracia española con tal de que se cumpla su ya explícita hoja de ruta para el país: derrocar al presidente Rajoy, finiquitar la Constitución, abrir un periodo constituyente y traer la III República a España. En definitiva, lo que pretenden Pablo Iglesias y sus seguidores es abrir una caja de Pandora de la que únicamente podrán salir males e incertidumbres para una España que vuelve a acercarse peligrosamente al abismo tras cuarenta años de pax democrática, la que nos ha trajo ese régimen del 78 tan vilipendiado por los radicales de la Asamblea, un batiburrillo de extremistas y nacionalistas oportunistas a los que poco o nada les importa la supervivencia de la nación y del Estado.

Pablo Iglesias y Ada Colau centraron ayer sus intervenciones en atraer al secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, hacia su estrategia para que lidere un "gobierno de unidad plurinacional" -concepto que raya lo cómico- que organice un referéndum en Cataluña". Evidentemente, con la excusa catalana, Iglesias pretende darle el abrazo del oso a Sánchez y romper el bloque constitucional para dejar aislados al PP y Ciudadanos. De consumarse sus intenciones, España entraría en una zona de fuertes turbulencias políticas cuyo desenlace es imposible de prever.

Hasta la fecha nadie puede negar la lealtad de Sánchez al Gobierno en la cuestión catalana, algo que seguramente no cambiará. Pero Iglesias ha dado un paso más y está aprovechando el procés para promover un cambio radical en España. Los políticos constitucionalistas, aquellos que no se dejan llevar por la demagogia populista ni por el oportunismo nacionalista, tienen el deber de entenderse entre ellos para frenar las ambiciones de Iglesias. Lo contrario pondría al país en un momento extremadamente delicado y acercaría al PSOE, una vez más, a la irrelevancia política en el conjunto del Estado.

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