Tras la desfusión ha de llegar la calma

A quince meses de las elecciones, Granada no puede permitirse que la sanidad sea utilizada ahora como arma arrojadiza

Granada se echó a la calle como no había ocurrido en toda la democracia y logró su objetivo: blindar la sanidad pública y revertir un proceso de fusión hospitalario que se puso en marcha en paralelo a dolorosas medidas de ajustes de presupuestos con recorte en medios y en personal. El 7 de febrero del año pasado se firmó el acuerdo entre el SAS y las plataformas para revertir el proceso y recuperar los "dos hospitales completos" y, en menos de un mes, ya estaba publicada en BOJA la orden de derogación. Se accedió a enterrar el proyecto y a cambiar a los responsables e interlocutores, al tiempo que se fijaba un estricto cronograma de actuaciones que se ha prolongado durante 52 intensas semanas y que ha supuesto un desembolso final por parte de la Junta para Granada de más de 300 millones  -incluyendo la construcción del gran Hospital del Campus, los equipamientos y todas las adaptaciones arquitectónicas necesarias-.

Este fin de semana, Salud cumple su último compromiso y, tal como anunció la nueva consejera en sede parlamentaria, el traslado de los servicios de Urgencias cierran el complejo y costoso proceso. Pero aquí no acaba el trabajo. El mantenimiento de las dos nuevas áreas sanitarias -la que pivota en torno al Virgen de las Nieves y la que tiene como referencia el nuevo Hospital Universitario Campus de la Salud- requerirá una inversión sostenida en recursos y personal que no puede convertirse en un nuevo foco de movilizaciones y protestas. El llamamiento a colaborar para que Granada recupere la solidez y el prestigio de su sistema sanitario ha de ser compartido: a la Administración le corresponde fijar el escenario pero es un camino que sólo se puede transitar con la complicidad de los profesionales -devolver la normalidad a los servicios y garantizar su buen funcionamiento- y la paciencia de los ciudadanos, que deberán hacer un esfuerzo extra para adaptarse al nuevo mapa hospitalario. Tanto para lograr el objetivo común de cerrar -sin atajos- la crisis sanitaria como para ir liquidando el capítulo judicial que, lamentablemente, sigue abierto en torno a la controvertida figura de Spiriman. A quince meses de las elecciones, Granada no puede permitirse que la sanidad sea utilizada ahora como arma arrojadiza.

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