El lento y retórico final de ETA

ETA debe dejarse de una vez por todas de comunicados y entregarse a la Justicia para aclarar sus 300 crímenes sin resolver

La banda terrorista ETA volvió ayer a interrumpir en la actualidad española con un comunicado, esta vez en forma de carta a una serie de instituciones y agentes políticos vascos, en la que anuncia pomposamente que "disuelve completamente todas sus estructuras". ETA, una vez más, intenta disfrazar su derrota política y policial para convencer a la sociedad de que su desaparición es un acto voluntario y generoso, impulsado por sus ansias de paz y entendimiento. Nada más lejos de la realidad. Si el grupo terrorista ha decidido desaparecer se debe a un agotamiento absoluto de sus bases y medios materiales, así como a su aislamiento social y político, algo en lo que ha sido clave la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, así como la de las formaciones políticas democráticas (algunas más que otras) y la de un sector de la población vasca que decidió organizarse en asociaciones cívicas y salir a la calle para hacer frente a los asesinos y desenmascararlos ante la población vasca. En vez de bombardearnos diariamente con comunicados, actos y vídeos que anuncian una disolución definitiva que nunca se termina de consumar, lo que tienen que hacer los escasos y acosados miembros de ETA que quedan es entregar las armas que aún están en su poder y ponerse a disposición de la Justicia para esclarecer los más de trescientos crímenes que quedan por resolver y que son una cruel herida sin cerrar para miles de viudas, huérfanos, parientes, compañeros y amigos en general de los asesinados.

Con sus comunicados y sus parciales peticiones de perdón, ETA intenta engañar a la opinión pública para construir un relato en el que la banda terrorista aparece como un agente de un conflicto al que se vio arrastrado para defender a un pueblo vasco agredido y mancillado. Las más de ochocientos víctimas mortales -la mayoría en unos momentos en los que en España se disfrutaba de plenas libertades democráticas y el País Vasco construía uno de los autogobiernos más amplios de toda Europa- demuestran hasta qué punto el relato de ETA es una burda mentira. Para todos, debe ser una prioridad el que las futuras generaciones tengan una imagen veraz de lo que realmente ocurrió: una banda de terroristas matando y extorsionado para lograr el paraíso de una patria histórica vasca que sólo existía en la imaginación del nacionalismo.

Nos parece muy bien que ETA se disuelva. Pero que se deje de comunicados y trampas, se entregue a la justicia, y deje en paz para siempre a las sociedades vasca y española.

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