Tribuna

Javier gonzález-cotta

Escritor y periodista

Cataluña en quesitos

Cataluña en quesitos Cataluña en quesitos

Cataluña en quesitos / rosell

Ainicios del siglo XX los escolares aprendían Geografía en sus aularios mientras coloreaban territorios del vetusto Imperio Austro-Húngaro. Decía Julio Camba que las guerras nos enseñan geografía a medida que aquéllas la van destruyendo. Así ocurrió con las dos guerras mundiales y con la extrema unción de Yugoslavia.

En plena Europa danubiana, la creación de Checoslovaquia fue un invento surgido tras la IGM. Desmantelado ya el mamotreto de la URSS, Checoslovaquia dijo sí al llamado divorcio de terciopelo. Eslovaquia y la República Checa se escindieron en 1993 en dos estados a través de un cívico desamor. Los secesionistas catalanes no invocan hoy este divorcio de terciopelo. Entre otras cosas porque ahora muchos checos y eslovacos miran al proyecto Checoslovaquia 2018. O sea, quieren volver a estar unidos como antaño. Arguyen que aquella ruptura fue sólo acordada con el de los arribistas políticos y no tanto con el pueblo llano.

El otro injerto surgido tras la IGM fue Yugoslavia. Como es sabido, desde los 90 Yugoslavia ha reflejado el amor fraterno entre serbios, bosnios, croatas, eslovenos y kosovares de nuevo cuño. A falta de saber si el 155 cae o no como fruta madura del árbol, el modelo de Eslovenia ha resultado el elegido por Puigdemont para declarar la DUI al ralentí (¿no suena esto de la DUI a último grito en ginecología avanzada?).

Eslovenia fue la primera república yugoslava que declaró su independencia en un referéndum no reconocido por Belgrado. Después aprovechó la neblina en el limbo a expensas de apoyo internacional. La vía eslovena supuso la Guerra de los Diez Días y ocasionó sólo unos 60 muertos en el gran tanatorio posterior de los Balcanes (una ganga si se compara con el aquelarre de Bosnia).

Ciertos analistas sugieren que la hipotética secesión de Cataluña habría que compararla con la hoy República Srpska de los serbios bosnios, integrada mal que bien en la actual federación de Bosnia-Herzegovina. Puede que nos parezca el sonido de un estornudo, pero la Srpska representa a los serbios que durante la guerra de aniquilación no quisieron marcharse de su tierra bosnia. Ahora buscan para 2018 su independencia total de Bosnia-Herzegovina.

El problema catalán y su solución en forma de aparente dislate nos retrotraería al cantón cartagenero de la I República española. Son muchos los que en España pensamos que la insufrible lata catalana debe acabar con un referéndum de desconexión mutua (ojo, mutua). Pero, economía aparte, debería conllevar una solución final práctica, necesariamente extravagante, que nos remitiría a la ya citada salida cartagenera o, mejor aún, a la vía del estornudo balcánico. Esto es, el modelo Srpska: Cataluña cuarteada en quesitos territoriales. Una broma… muy seria.

Primero se vota en Cataluña si los catalanes quieren irse de España. Tanto si sale el como si sale el No (para pesar de muchos españoles), sería el resto de España el que luego podría votar si quiere seguir con Cataluña. Esto es, si quiere seguir soportando más años de desdenes y míseras añagazas al estilo Barça. ¿Solución? La Srpska, el estornudo válido para todos.

Los catalanes, digamos que arios, vivirían en su cantón con su seny y su rauxa, sus payeses, sus bombers, sus mossos, etc. Por otra parte, ubicados en sus territorios, los catalanes españoles vivirían casi felices, respetados, y serían europeos, y sentirían el cálido abrigo del resto de España. Incluso podrían iniciar la tarea fantástica -y acuciante- de repoblar la hermosa España vacía por zonas hueras del antiguo reino de Aragón (que es al cabo la placenta madre de Cataluña).

Migraciones étnicas a las bravas las hubo en Europa y pueden volver hoy por hoy por la puerta de atrás del humor. Las guerras balcánicas (1912-1913) produjeron un sinfín de desplazados hacia la Turquía otomana. De nuevo en 1923, tras la guerra greco-turca, miles y miles de griegos y turcos asentados en Grecia y Asia Menor soportaron un brutal intercambio de poblaciones acordado entre Atatürk y el griego Venizelos. En 1954 la ambigua ciudad libre de Trieste, mitad italiana y mitad yugoslava, pasó por fin a Italia. Como respuesta, los italianos de Istria en Yugoslavia fueron desterrados por fuerza. Y en 1974 la cuestión de Chipre provocó los corralitos territoriales -hasta hoy- entre grecochipriotas y turcochipriotas.

Dice la anticapitalista Anna Gabriel que en la CUP "somos independentistas sin fronteras". Desde aquella invención del país catalán de Llérida por parte de Manuel Ruiz de Lopera no se había escuchado nada mejor. Quiere decirse que la lideresa Gabriel apoya, por ejemplo, la autodeterminación de los oprimidos pueblos indígenas del mundo lo mismo que la de los usureros capitalistas en Flandes (Bélgica) o Italia (la simpática Liga Norte). Bretones, corsos, sardos, transilvanos, irlandeses, escoceses, galeses, vascos, gallegos, tiroleses, moravos, etc. Lo dicho: independentismo sin fronteras (incluido el de los españoles respecto a la Cataluña de los puros). Parlem, pues. Empecemos por los quesitos en Cataluña.

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