Tribuna

Marco antonio molín ruiz

Filólogo

¡Cuadernos en blanco!

El buen docente es capaz de que sus alumnos salgan de clase con una desenvoltura cognitiva y cultural que les capacite para resolver cuestiones vinculadas a las asignaturas

¡Cuadernos en blanco! ¡Cuadernos en blanco!

¡Cuadernos en blanco!

Ala primera página de nuestros medios saltó recientemente una noticia que sienta precedentes: huelga de deberes consecuencia de la prolongada opresión de alumnos y sus respectivas familias, un hecho que genera controversia y debate. La postura de la Ceapa para eliminar las tareas escolares se justifica en que generan desigualdades entre los estudiantes, no permiten el descanso del alumno en sus días libres y tampoco a los padres de disponer de tiempo para hacer actividades con sus hijos. Insisten en que para educar bien a sus hijos la escuela debe devolverles el espacio que les ha arrebatado.

En primer lugar, España siempre ha sido un país conformista y rutinario respecto a los deberes: de vuelta a casa los alumnos se ponen a estudiar, hacer ejercicios y preparar exámenes. Y es ahora cuando se alza la voz ante la circunstancia de que muchos estudiantes ven su curso convertido en un drama, el de actividades y controles atosigantes que son reflejo de tantas asignaturas y sus respectivos aprendizajes. La proporción de deberes es tan alta que niños, chavales y jóvenes no tienen más remedio que renunciar al tiempo libre del fin de semana y las vacaciones. Esto repercute en la vida familiar pues los padres necesitan convivir y dialogar con sus hijos sin presiones académicas que alteren la normalidad de una casa. Sabemos que hay alumnos de Secundaria y Bachillerato que en periodos del curso sacrifican su sueño o incluso toman fármacos para rendir adecuadamente. Arancha Ventura, madre de alumno partidaria de la convocatoria de la Ceapa, reflexiona: "La pregunta que tendríamos que hacernos es si los adultos permitiríamos que nos mandasen trabajo para casa. Nuestros hijos salen del colegio y no desconectan. Tienen jornadas largas y no se respeta sus aficiones". Y mi planteamiento es si las autoridades educativas no son conscientes de que un alumno emplea un mínimo de seis horas en su centro. Hay que recordar que el día de una persona se equilibra en ocho horas para trabajar, ocho para dormir y el mismo número para diversos y libres menesteres.

Maestros y profesores están en pie de guerra porque consideran que los padres se están entrometiendo en su labor. La educación y la enseñanza implican una puesta en común entre padres y docentes, y dicha relación debe ser estrecha y permanente. Ninguna de las partes debe blindarse tercamente en un delirio jerárquico. Las normas establecidas por los padres y las de los docentes no deben ser incompatibles; sino que deben respetarse mutuamente sin que las unas invadan el terreno de las otras. María Remedios Belando, catedrática de Pedagogía Social en la Universidad Complutense, comenta: "Las tareas, siempre que no sean excesivas, se puede considerar como una oportunidad para generar un espacio y tiempo de colaboración y debate entre los miembros de una familia".

Desde mi punto de vista la palabra deberes se usa incorrectamente, pues asistir a clase, respetar al profesor y atender a las explicaciones cubren de sobra las obligaciones de un alumno. Se me ocurre el símil de comer en un banquete y que de vuelta a casa tuviéramos que seguir alimentándonos. El buen docente es capaz de que sus alumnos salgan de clase con una desenvoltura cognitiva y cultural que les capacite para resolver cuestiones vinculadas a las asignaturas; el alumnado descubrirá puertas afuera su eficacia ante situaciones prácticas de la vida e incluso verá el fruto de su esfuerzo recompensado por muchas satisfacciones. Además, los conocimientos incrementarán su autoestima y forjarán su personalidad. Vivimos en un tiempo vertiginoso donde se busca el tiempo libre como salida a la desesperada. Sería interesante escuchar testimonios de alumnos que conviertan todo su tiempo de estudio y aprendizaje en cultura y ocio que sirva de ejemplo a nuestra sociedad.

A raíz de estos acontecimientos mi sugerencia es que los docentes eduquen e instruyan al alumnado en su ámbito, que es el aula, donde ha de contemplarse un tiempo de explicación, estudio y práctica; cada faceta bien estructurada en el horario. Bajo ningún concepto el profesor debe mandar al alumno que estudie lo que no se explique en clase ni tampoco el examen debe ser el tirano sobre el que gire el mundo educativo. Los planes de enseñanza deben orientarse a una formación completa del alumno no sólo en lo académico; sino también bajo la óptica del ser humano. Las Delegaciones, los planes de estudio y los equipos docentes han de asumir y contemplar que ser alumno no es una condición exclusiva que haya de justificarse las veinticuatro horas del día.

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