Tribuna

Alberto Garvey Ramírez

Abogado Socio de La Moneda 12, miembro de Guadaliuris

ETA definitivamente es pasado

La noticia de la rendición definitiva de ETA, que no es otra cosa, resulta magnífica, aunque tan tardía que casi carece de importancia

ETA definitivamente es pasado ETA definitivamente es pasado

ETA definitivamente es pasado

Soy un español, andaluz y sevillano de cincuenta y cuatro años de edad. Algo joven para haber vivido la transición como actor, pero la recuerdo muy vívidamente y con un orgullo difuso de haber formado parte de ella, de haber estado allí, mientras pasaban cosas tan importantes para todos. Alguna cosita hice, no obstante, como meter publicidad en sobres, organizar las bolsas con las chapas y pegatinas, en fin apoyo logístico de base. Las filias y las fobias de aquellos momentos concretos se han ido dulcificando y ya sólo me queda admiración y agradecimiento a las personas que, en primera línea de combate, fueran del color que fueran sus ideas, protagonizaron, con inteligencia y generosidad, aquellos días.

Nuestra transición fue posible gracias a que las gentes que la llevaron a cabo, sabían desde donde se partía y donde no se quería regresar. Esa historia está llena de comprensión y de perdón. Ninguno de los intervinientes, estaba dispuesto a romper la baraja, porque sabían que el objetivo a alcanzar era muchísimo más importante que el saber quien llevaba una paja o una viga en el ojo. Hubo también mucha pedagogía de arriba hacia abajo, es decir desde los dirigentes hacia los ciudadanos. Cuanto se echa de menos esa pedagogía hoy.

Desde cierta parte de la clase política actual se pretende demoler aquella magna obra que fue nuestra pacífica transición, desde una dictadura, ya venida a menos, a una democracia ilusionante, que nos metía nuevamente en el club de los países occidentales modernos. Pretenden estos señores que la transición se basó en el olvido de la historia y ahora se empeñan en que recordemos lo que ellos se inventan. Se acabó la concordia entre los españoles, otra vez a tirarnos los trastos a la cabeza por cualquier cosa. Qué barbaridad. Si nuestros muertos se levantaran.

La democracia nos ha traído muchas cosas maravillosas, y deberíamos tener mucho más respeto a nuestros logros, porque hasta llegar aquí hemos pasado por sitios y momentos muy duros y los que tenemos entre cincuenta y sesenta años los recordamos muy bien. El terrorismo de ETA o los Grapo, aunque estos a mucha menor escala, nos hicieron tragar mucha bilis y, sobre todo, mucha tristeza. Aún se me saltan las lágrimas recordando muchos telediarios al mediodía, plagados de imágenes horrendas. Diría que hoy me duelen casi más que entonces, puede que sea porque, gracias a Dios, hemos perdido la costumbre. En mis recuerdos el más espantoso es el asesinato de Miguel Ángel Blanco, radiado, salpicado de esperanzas, trucadas final y definitivamente cuando apareció este chaval, porque era un chaval, con un tiro en la cabeza. Recuerdo haber estado aquel domingo una hora llorando como un niño desamparado.

España, integrada por todos sus pueblos, no tenía nada que ver con aquella barbarie, con aquella maldad ignorante y fanática, amparada en unas gentes ignorantes y cobardes, y no me refiero sólo a los terroristas, sino también a los habitantes de los pueblos que no se atrevían a zamarrearse de las espaldas la opresión y la mentira de ETA, a los que no estando de acuerdo, preferían callar y tragar, yendo incluso a las manifestaciones en pro de ETA, que de todo había, y a la Iglesia vasca, tan alejada de las víctimas o tan equidistante, como decían ellos. Por encima de estas gentes, allá ellos con su vergüenza, descollaron personas valientes, que defendieron la verdad, que se plantaron ante la serpiente repugnante y dijeron aquí estoy yo, y si quieres que me vaya me vas a tener que matar. Y los mataron, pero viven en nuestro recuerdo colectivo, pues nos dejaron el ejemplo más grande que se nos puede dejar como ciudadanos, el de las personan que, sabiendo que se juegan la vida, no dejan de defender sus ideas y sus verdades, siempre respetando a los demás.

La noticia de la rendición definitiva de ETA, que no es otra cosa, resulta magnífica, aunque tan tardía que casi carece de importancia. Aun recuerdo cuando el terrorismo, durante años y años, fue la principal preocupación de los españoles, todos nos sentíamos amenazados por él, pues los asesinos actuaban donde menos lo esperábamos. Hoy nuestros desvelos van por otros derroteros. ETA ya habita el pasado.

Como motivo de desvelo para el futuro propongo el mantener aquel espíritu de perdón y concordia inteligentes que nos permitió cerrar heridas y llegar hasta donde hemos llegado. Propongo aprender de nuestra historia, y de la de todo el mundo en general, y tener muy presentes a todos aquellos que entregaron sus vidas en la defensa valiente, honesta y democrática de sus ideas, sin dejarse doblegar ni por la mentira, ni por el odio, ni por la conveniencia.

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