Tribuna

tomás navarro

Periodista y arabista

El camino persa

Siria pondrá en semanas 310 mil barriles diarios de petróleo para incentivar su economía. Está claro que oro negro y gas natural hacen agenda a 50 años vista

El camino persa El camino persa

El camino persa

Mientras el próximo 12 de junio se reunirán en Singapur el presidente USA, Donald Trump, y su homólogo norcoreano, Kim Jon Un, todo apunta a una pacificación diplomática a propósito del poder nuclear que atesora Corea del Norte. Así el líder norteamericano logra lo que Obama no abordó y a la par el presidente USA emprende de la mano del israelí Benjamín Netanyahu y el oro interminable de la Arabia Saudí, el camino persa cuya finalidad es la destrucción de la República Islámica de Irán, el único gran Estado de la zona que amenaza por su apoyo a la causa palestina tanto a un Israel sin fronteras como a la familia real saudí que ve en las urnas del republicanismo islámico iraní el fin de sus días.

Aplastar la herencia Obama en política exterior es pues la apuesta de Trump. Si este firmó con Teherán y las potencias europeas un acuerdo para que Irán se deslizase por un uso pacifico de la energía nuclear, el presidente Trump lo rompe unilateralmente erigiéndose en juez y parte en el control del mismo y apunta al régimen iraní como ya antes George W. Bush lo hizo contra el Iraq de Sadam Hussein: sin pruebas. Para entender este giro copernicano donde el orden multilateral con Obama ahora Trump lo cambia por el unilateral, sin tener en cuenta la opinión de sus aliados europeos contrarios a cuestionar el tratado con Irán, significa que USA ahora presiona sin complejos a la potencia iraní, a su vez, presionado por la versión israelí y saudí en la región que ven en Teherán el enemigo principal que frena sus intereses conseguidos tras el derribo del Iraq de Hussein y la Libia de Gadafi.

El choque de trenes quedaría incompleto sin el papel de Turquía que ha pujado en la guerra en Siria por quitarle a la Arabia Saudí la bandera del islam y alzarse el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, con el apoyo mayoritario de los musulmanes suníes. De nuevo Israel apunta y la Casa Blanca dispara. Romper unilateralmente el acuerdo nuclear con Teherán anuncia nuevos tambores de microguerras continuas en la región donde la doctrina de Trump es siamesa con Israel y Arabia Saudí y tiene como objetivos inmediatos seguir inestabillizando a Siria por su alianza con Irán y cortarle sin grandes operaciones militares los suministros al Hezbolá que es duro de roer y máxime ahora que ha ganado escaños y votos en el Parlamento libanés.

Mientras Asia Oriental parece estabilizarse en esta luna de miel entre Washington y Piongyang, el Medio Oriente empeora. Al ganar al Assad el desafío que impusieron hace siete años y donde Irán también se alza con más influencia regional incluso desgastando a la Arabia Saudí en la guerra del Yemen, a la vez que Erdogán juega con Moscú sin cortar su alianza tampoco con Washington donde instalado en su stand by geopolítico, Erdogán, solo actúa contra todos los kurdos en armas sabedor de que algunas de estas fuerzas están bajo la influencia occidental que Ankara rechaza y combate.

La inestabilidad crece y las disensiones se agrandan. Prueba irrefutable de este diseño regional que sigue la senda hacia el "Gran Oriente Próximo Ampliado" es la apropiación sine die de Palestina y la sangrienta respuesta israelí a las demandas de un Estado palestino que de ninguna manera se contempla por parte israelí. La celebración, trasladando USA su embajada a la Jerusalén ocupada manu militari, ocasionó ese mismo día más de 60 muertos y 2.000 heridos de bala en las protestas palestinas donde el material insurgente eran piedras y neumáticos ardientes. Ni las presiones de la ONU ni las tímidas protestas de algunas cancillerías europeas han logrado variar el guión del eje Washington, Tel Aviv y Riad que rompe violentamente con todos los acuerdos internacionales para intentar solucionar este conflicto que ya dura 70 años y donde la apuesta era la creación de un Estado palestino junto al israelí. Más este diseño agresivo y sin complejos de Donald Trump, como el muro que construye frente a México, como su salida del Tratado de París al igual que la elevación de aranceles a su macroeconomía, hacen creíble la campaña que el presidente USA hizo para llegar a la Casa Blanca.

Este nuevo marco geopolítico apunta a Irán en todos los sentidos pues los grandes recursos energéticos del país son el objetivo -como en Iraq y Libia- que este eje tan hiperactivo ambiciona. Ya se ha visto en el conflicto sirio cómo con la complicidad turca -ahora desenganchada- el Daesh se financiaba a fondo robándole a los sirios sus zonas petrolíferas al Este del país yéndose los barriles de oro negro al comercio ilegal donde han nacido millonarios yihadistas. Según Damasco que ya recuperó estas zonas Siria pondrá en cuestión de semanas 310.000 barriles diarios de petróleo para incentivar su economía muy devastada por el conflicto. Está claro que es el oro negro y el gas natural quienes hacen agenda a 50 años vista.

Tanto Moscú como Pekín miran a Irán y éste a Afganistán que es donde USA ha enfocado su política exterior intentando crearle a Teherán dos frentes insufribles uno por el Oeste, el sirio-libanés y otro por el Este, el afgano-pakistaní. El aumento de las sanciones a las bravas que promete Trump contra Irán y su amenaza directa a las empresas europeas que legalmente comercian con el régimen iraní (pretróleo y gas dixit) han elevado el precio del barril de crudo y a su vez espantado a capitales europeos del negocio energético con Irán anunciando nuevas subidas creadas por la inestabilidad regional. La progresiva extensión de los conflictos inmersos en ese "Gran Oriente Próximo Ampliado" quiere forzar el camino persa y ello es un riesgo muy elevado que nadie sabe hasta donde podrá llegar.

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