Tribuna

francisco j. Ferraro

Del Consejo Editorial del Grupo Joly

La imposibilidad de la independencia

La imposibilidad de la independencia La imposibilidad de la independencia

La imposibilidad de la independencia

En la historia podemos encontrar múltiples ejemplos de procesos revolucionarios que han subvertido el orden institucional y lo han sustituido por un nuevo orden con cambios radicales en el sistema social, en algunas leyes fundamentales o simplemente en los ocupantes del poder. Los procesos revolucionarios han estado encabezados por un grupo dirigente (que normalmente ha ocupado el poder tras el triunfo de la revolución), justificados por una acumulación de agravios y deseos de liberación de alguna forma de tiranía, y legitimados por una movilización social que apoya al proceso y que se identifica con "el pueblo", aunque habitualmente la forman una minoría activa de la población. Los procesos revolucionarios han contado con frecuencia con la colaboración de países extranjeros, que con la insurrección pretendían debilitarlos o favorecer que el poder estuviese ocupado por dirigentes más cercanos a sus intereses. Las revoluciones en muchos casos han fracasado, pero también en otros han triunfado y son en la actualidad estados consolidados.

Los precedentes revolucionarios le han servido de soporte a los dirigentes separatistas catalanes para lanzar el procés y realizar la declaración unilateral de independencia de la república catalana. Un auténtico proceso revolucionario, ya que han tratado de subvertir el orden institucional existente en Cataluña (Constitución, Monarquía parlamentaria, Estatuto de autonomía…) por un nuevo estado con una nueva legalidad y órganos de gobierno.

Este intento ha estado soportado y legitimado por una amplia masa independentista que, aunque no alcanza al 50% de los catalanes, moviliza a una parte considerable de la población, coordinada y dirigida por una estructura organizativa, conformada en años de experiencias y engrasada por financiación pública y privada. Estas bases de la revolución catalana son más poderosas que algunas revoluciones triunfantes a lo largo de la historia, que tuvieron una base social menor y una superestructura ideológica y organizativa más débil. Pero los dirigentes del proceso no han tenido en cuenta que vivimos en un mundo interdependiente que se rige por bases institucionales con dos soportes fundamentales para la estabilidad: seguridad jurídica y reputación, lo que impide el éxito de cualquier proceso revolucionario, a excepción de en espacios remotos, de bajo nivel de desarrollo económico y político, y cuyos regímenes son desdeñados por una buena parte del mundo.

Pero en un mundo como el europeo, en el que existen instituciones supranacionales bien arraigadas, en el que la relación entre los países está basadas en la colaboración entre las autoridades dimanadas de los sistemas democráticos, en la no injerencia en los asuntos internos, y en la que varios países pueden enfrentarse a procesos separatistas, sus proyectos están condenados al fracaso por la falta de reconocimiento internacional.

El otro factor de estabilidad en el mundo interdependiente contemporáneo es el valor de la reputación, decisiva para el reconocimiento de las instituciones representativas, pero, tanto o más, para las empresas. La mayoría de las empresas operan en un espacio mucho más amplio que en la comunidad en la que están instaladas, por lo que su reputación nacional e internacional es decisiva para los clientes.

Por todo ello, el proceso revolucionario que implicaba la declaración unilateral de independencia era un imposible, que ha sido desmontado no solo por la aplicación del artículo 155 de la Constitución, sino por la falta de reconocimiento internacional y por la desbandada de empresas de Cataluña. Una imposibilidad que los líderes ocultaron a los ciudadanos o no supieron valorar en su ingenuidad revolucionaria. Lo sorprendente es que, sin despeinarse, esos mismos líderes empiezan a reconocer la imposibilidad de la declaración unilateral de independencia, pero a la vez comienzan a pergeñar un nuevo proyecto secesionista a través de un referendo pactado con el gobierno de la nación. Dada las fuerzas políticas que pueden aglutinar para este proyecto en las elecciones del 21 de diciembre, es probable su triunfo electoral, lo que significará la continuidad del conflicto y una ruina para Cataluña porque la marcha de empresas se consolidará, el turismo menguará, como las inversiones, el empleo y el consumo. Pero los líderes independentistas no se sentirán responsables del deterioro social y político de su comunidad, y la frustración social tardará en encauzarse por alternativas razonables.

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