Tribuna

tomás navarro

Periodista y arabista

El islam visto por Donald Trump

Todo indica que los musulmanes ricos tendrán su patente de corso como hasta ahora y que los pobres sufrirán la intolerancia para entrar o residir en suelo USA

Dada la idiosincrasia del personaje y atendiendo a sus fobias religiosas el islam para Donald Trump sigue siendo un perfecto desconocido. Su visión, a raíz de sus comentarios políticamente incorrectos, se deduce como una religión agresiva para su país. El presidente electo USA antes y durante su campaña cargó la tintas contra su rival demócrata acusándola de haber forjado, junto con Obama, la aparición del Daesh desde la aventura militar de EEUU contra el Iraq de Sadam Hussein. No ahorró tampoco ataques directos contra la junta de jefes militares USA responsables de las actuales operaciones militares en la región. Incluso apostilló la idea de atacar con todo lo convencional disponible al Daesh y borrarlo del mapa… todo eso dijo durante su peculiar campaña electoral que le han dado la victoria para ser el 45 presidente USA.

De hecho Israel, Arabia Saudí, Catar, Emiratos o Turquía, todos ellos aliados de Estados Unidos en su coalición donde tiranías islámicas conviven en alianza con las democracias occidentales (España entre ellas), se desconoce qué tiene pensado el próximo mandatario de la White House para afrontar la presente "guerra global contra el yihadismo"… que por otro lado los países ya mencionados y por diversos motivos apoyan, financian y arman a estos movimientos del islam desenfocado.

El misterio envuelve pues cómo el señor Trump tratará de diseñar una política exterior diferente a la ya desempeñada por el saliente Barak Obama, si es que será diferente. La alianza de Israel con USA no se cuestionará por mucho que Trump haya cargado contra los no anglosajones como tampoco se cree que la Arabia Saudí, pese a donarle a la derrotada candidata Hilary Clinton cien millones de dólares para su campaña electoral, Trump desee alterarlo. Todo indica que será más de lo mismo por este camino. Sólo si Washington y Moscú alteraran sus estrategias en la región ésta podrá verse libre del conflicto sirio, del iraquí, del yemení, del siempre posible israelolibanés y otros vecinos que, como Irán y China no son ajenos a la región.

Las veladas amenazas a la inmigración de origen islámico apuntan sobre todo a los refugiados provenientes de países en conflicto que en su generalidad el presidente electo USA los galvaniza por no disponer de los elementos y emolumentos que, por ejemplo, los saudíes, cataríes, emiratíes y otras élites afines al liderazgo USA, disponen de sobra. Ya lo dijo durante su entrevista con el presidente saliente Obama: "Todos los países que quieran a Estados Unidos tendrán buenas relaciones con nosotros".

Todo indica que para la próxima administración norteamericana los musulmanes ricos tendrán su patente de corso como hasta ahora (recordemos que inmediatamente tras el 11-S donde la casi totalidad de los terroristas eran de nacionalidad saudí, ello no evitó que el propio presidente George W. Bush autorizase de su puño y letra un vuelo explícito a Riad donde mandó con protección añadida a todos los saudíes que esa tiranía arábiga consideró remitir al país al temer represalias contra ellos por los atentados) y que serán los musulmanes pobres y desgraciados los que tendrán enfrente a la intolerancia para poder entrar o residir en suelo USA. También, de realizar lo ya prometido, la expulsión inmediata de miles de musulmanes no reglados en EEUU sería aprobada y puesta en regulación. No cabe decir la oposición que estas medidas van a contar en amplios sectores de la sociedad norteamericana que no están dispuestos a los abusos y excesos que la administración Trump amenaza con emprender contra todos los inmigrantes y especialmente contra latinoamericanos sin recursos y musulmanes en igual situación.

Tampoco se esperan medidas contra los judeonorteamericanos o israelíes en suelo USA, un 3% de su población, aunque ellos apoyaran mayoritariamente a los demócratas en esta campaña electoral tan extraña y agresiva frente a las anteriores. La salutación de un nacionalista chauvinista israelí como Benjamín Netanyahu y la respuesta cómplice del electo presidente Trump implícitamente indican que ni Washington ni Tel Aviv van a tener el más mínimo roce. Otra cosa será cómo ambos gobiernos enfoquen a sus ciudadanos disidentes de sus políticas populistas y agresivas contra el new order que parece Trump y Netanyahu acordarán tras la andadura del nuevo presidente USA a partir del próximo 20 de enero. A buen seguro que de aquí a esa fecha la cartografía ahora en nebulosa intencionada estará más clara y hasta concisa para valorar si el señor presidente USA emprenderá un camino más belicista en la región más conflictiva del planeta o no. Mucho se dice sobre la marcha obligada de USA hacia el eje de Asia Oriental y Pacífico y nadie niega que Trump, ante todo un empresario que reniega de perdedor, pueda desatascar la Ruta de la Seda que impide a China, por ahora, remitir sus productos hacia Europa. Si con Moscú hay acuerdos también lo serían con Pekín e incluso con Nueva Delhi, tres grandes Estados tapón para impedir la extensión desenfrenada del yihadismo que Donald Trump dice quiere combatir desde su despacho oval en la White House.

Si se reconfiguran los mapas regionales no se alterarán demasiado. Por lo pronto y tras la entrevista Trump y Obama, el magnate presidente ya ha retirado de su página web la promesa de expulsar a los musulmanes de USA. Preguntado por ello por la prensa que él odia les respondió con un cálido y sonriente ¡buenos días! Pero lo cierto es que los temores no se disipan y que de alguna manera, a la Trump, el nuevo presidente tendrá que demostrarles a sus votantes que él sigue siendo… el rey.

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