Tribuna

fRANCISCO j. fERRARO

Del Consejo Editorial del Grupo Joly

La polarización del mercado de trabajo

La polarización del mercado de trabajo La polarización del mercado de trabajo

La polarización del mercado de trabajo

La preocupación por la desigualdad ha aumentado en los últimos años, y la OCDE en sus Perspectivas del empleo 2017 aporta nueva información que permite valorar y analizar la nueva realidad y las tendencias. En el informe se parte constatando el grave impacto de la crisis en el mercado de trabajo, pues se han necesitado diez años para recuperar el nivel de empleo previo a la crisis en el conjunto de países de la OCDE, lo que aún no ha permitido recuperar el nivel de la tasa de paro, esperando que se logre a final de 2018 o principio de 2019. Una recuperación intensa en los últimos trimestres, aunque desigual territorialmente como constatamos en España donde, a pesar del elevado ritmo de creación de empleo desde 2014, seguimos manteniendo la tasa de paro más elevada de la OCDE tras Grecia.

El informe presenta un análisis de las fortalezas y debilidades de los mercados de trabajo nacionales, siendo destacable la tendencia generalizada entre los países miembros a la polarización laboral. Para su análisis se examina la evolución del empleo entre 1995 y 2015 por tipo de ocupaciones, donde se constata que en los países de la Eurozona aumentan la participación de los ocupados con cualificación alta (8,1%) y, en menor medida, los de baja cualificación (3,4%), mientras que se reduce la participación de los ocupados de cualificación media en la proporción que aumentan los de las otras dos categorías (11,5%). Esta polarización se ha producido en todos los países de la Eurozona y en el resto de la OCDE, pero con distinta intensidad, siendo España uno de los países donde ha disminuido más intensamente los ocupados de nivel intermedio (13,4%) por el aumento de la participación de los más cualificados (10,1%) y de los de menor cualificación (3,3%).

Esta dinámica polarizadora encuentra su explicación en dos procesos interconectados que se vienen produciendo en el mundo desde hace décadas, y que previsiblemente se intensificarán en los próximos años: la globalización y la incorporación de nuevas tecnologías. Ambos fenómenos tienden a reducir las necesidades de ocupados de cualificación media (como el personal de oficinas o atención al cliente), que suelen realizar tareas rutinarias (por tanto, sustituibles al menos parcialmente por algoritmos informáticos y robots) y deslocalizables (aumentan las tareas que se pueden trasladar a otras partes del mundo con menores costes salariales). Por el contrario, las actividades que exigen empleo con cualificaciones altas (como la dirección ejecutiva, la investigación o el diseño) y bajas (como peones y limpiadores) requieren tareas no rutinarias, cognitivas en las altamente cualificadas y manuales en las de menor nivel de cualificación.

Este análisis empírico de la OCDE refuerza una investigación reciente muy comentada del economista Branko Milanovic en la que analizaba la evolución de la distribución de los ingresos personales en 120 países entre 1988 y 2008, y observaba que los que partían con ingresos más bajo mejoraban un 30% su renta en los veinte años analizados. Los siguientes estratos de renta aumentaban sus ingresos más intensamente, hasta alcanzar mejoras del 80% de los que se encontraban a mitad de la tabla por ingresos de partida. Sin embargo, a partir de ese nivel de renta de partida las mejoras se iban reduciendo hasta casi desaparecer para los que partían en torno al nivel del 80% de la renta mundial. Y, a partir de este nivel las mejoras de renta iban aumentando hasta superar el 60% para los de mayor renta del mundo.

Por tanto, los sectores de rentas medias y medias-bajas de la población mundial han mejorado notablemente su posición, lo que se corresponde con los segmentos de clases medias de los países emergentes y los de rentas más bajas de los países desarrollados, mientras que los que se han beneficiado menos (o han resultado perjudicados) han sido las tradicionales clases medias de los países desarrollados, produciéndose por tanto en estos países una creciente polarización social. Esta tendencia está en la base del malestar social por la globalización en los países desarrollados, que se encauzan políticamente por los populismos, que demandan políticas de protección comercial y social y penalización del desarrollo tecnológico. Pero estas políticas tienen escaso recorrido porque limitan el bienestar colectivo e hipotecan el desarrollo. Frente a ello, lo recomendable son las políticas activas de empleo bien concebidas y una política que favorezca las capacidades de innovación y de adaptación de las empresas a entorno globales.

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