Pito de coña

Más allá de Cortadura

Anda inmerso el Carnaval de Cádiz en un interesante proceso que puede marcar, para bien o para mal, su futuro. Aunque ya son bastantes los años en los que la fiesta gaditana ha cobrado bastante interés fuera de la provincia, incluso fuera de Andalucía, da la impresión de que en esta edición del concurso de agrupaciones la situación está dando una vuelta de tuerca considerable porque a ese interés se ha unido un cierto rechazo de letras y temas tratados.

Las redes sociales están haciendo del Falla una especie de Nesquik carnavalesco, una fiesta que se disuelve instantáneamente por Twitter, por ejemplo, para que las coplas, ya criticadas, lleguen al momento a cualquier rincón. Y su efecto es inmediato. Está siendo inmediato. El Carnaval tendrá que aprender a convivir con una circunstancia que ya está cambiando nuestra sociedad y que, por consiguiente, amenaza también con cambiar el concurso.

Si al principio del certamen fue la parodia de Puigdemont en la guillotina, hace unos días fue la copla dedicada a la no belleza de Andreíta la que, como se dice ahora, encendió las redes y provocó una humareda de apoyos y de críticas a partes casi iguales.

Y de esta batalla debe defenderse un Carnaval que corre el riesgo de convertirse en una fiesta vigilada a conveniencia de los intereses de unos y de otros, en una fiesta capaz de autocensurarse de tal manera que sólo se escriba y se cante de aquello que levante el aplauso y no la ampolla. Es decir, todo lo contrario de una tradición que, bien entendida, está llamada a ser irreverente, incorrecta, sarcástica y profundamente crítica.

Igual es el momento de recuperar cierta esencia y de regresar a los años en los que los mejores cuplés eran los de consumo interno, los que casi sólo se entienden en Cádiz porque tienen que ver con lo nuestro. Tampoco hay que preocuparse mucho si nuestras chalauras no se entienden más allá de Cortadura.

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