La población extranjera

Andaluces de nueva generación

Alexandra Vanesa Manzano celebró ayer sábado su fiesta rosada. Hubo vals, damitas y caballeros y unos zapatos de tacón que reemplazaron a sus sandalias y que simbolizan el paso de niña a mujer de la adolescente ecuatoriana. Y no faltaron los mejores platos a pesar de que la celebración tuvo lugar en el bar Camelot de Lepe, en Huelva. El párroco de Santo Domingo de Guzmán ya se está acostumbrando a las misas para celebrar esta tradicional puesta de largo de las quinceañeras de Ecuador en una localidad donde se cruzan por la calle hasta 60 nacionalidades.

No son muchas. La cifra se acerca al centenar en pueblos de la provincia de Málaga y Almería, donde se concentran dos tercios de la población extranjera en Andalucía. Medio millón de ciudadanos de otros países, un poco más de la mitad europeos, están censados en la región. Esto favorece un crisol de culturas que, en la mayoría de los casos, enriquece la convivencia y da lugar a una nueva generación de andaluces que cecean con acento británico y alemán y, como en el anuncio de los muebles suecos, establecen pequeñas repúblicas independientes en sus casas. De puertas para adentro, en Andalucía hay numerosos horarios, comidas, idiomas y costumbres.

Cecilia Yépez, la madre de Alexandra Vanesa, se esfuerza por educar a sus hijos “en casita, como es manera en mi país, donde no somos tan permisivos”. Confiesa que sigue siendo fiel a la cocina ecuatoriana, pero no hay quien le quite de poner un buen puchero a la semana. Lleva siete años en Andalucía, hasta donde llegó con el que hoy es su ex marido, y todavía no ha salido de Lepe, “ni creo que salga porque ya me he comprado mi casa y aquí me voy a quedar, a mi país regresaré de visita”. Davir, su hijo menor, de ocho años, no conoce otro paisaje que las playas de La Antilla y por eso no le extraña que en un futuro forme familia con una lepera. En su familia ya hay antecedentes, una tía, y no será su madre quien se meta en los amoríos de sus hijos. Lepera o colombiana, rumana o marroquí. De todo hay el patio de su colegio.

La oficina del residente

Marruecos, Reino Unido y Rumanía, por este orden, son los países de origen de la mayoría de estos nuevos andaluces. A continuación se sitúan los latinoamericanos, argentinos y ecuatorianos principalmente. Su integración es fácil, sobre todo para estos últimos. Para garantizarla algunos ayuntamientos cuentan con servicios de atención a la población extranjera que sirven también para mantener unidas a las colonias de inmigrantes y favorecer la conservación de sus costumbres y tradiciones. El de Lepe facilitó ayer una velada donde se reunió prácticamente la totalidad de la comunidad ecuatoriana de la provincia, que también se cita en los bares para ver los partidos de fútbol. Servicios que nacieron para tramitar dudas de permisos de residencia y derechos de los extranjeros acaban ejerciendo también de agencias de ocio.

De hecho, las características de la población que se aglutina en Huelva reclama esta atención. En Moguer, Cartaya y Almonte la mayoría de los inmigrantes son jóvenes. Y todavía lo son más en localidades agrícola como La Mojonera, en Almería, donde la cuarta parte tiene menos de 16 años.

Las estadísticas del padrón fluctúan cada día, pero los municipios andaluces que aún carecen de vecinos extranjeros se pueden contar con los dedos de las manos. Prácticamente en todos hay marroquíes, mientras que los chinos todavía tienen muchas plazas donde abrir bazares. Basta con pasear por cualquier municipio andaluz, por pequeño que sea, para comprobar el boom de la inmigración en la última década. En este periodo la población foránea, que ronda el 6% del censo, se ha multiplicado por cuatro y hay un municipio en Almería, Mojácar, donde no sorprendería la creación de un servicio de atención al andaluz de origen. No es una exageración. En este pueblo el 53% de la población es extranjera, un caso excepcional en Andalucía, que está cerca de repetirse en Benahavís, en la provincia de Málaga, donde la tasa ronda el 50%. En España hay seis precedentes, todos en Alicante.

En Mojácar es difícil determinar cuál es el idioma oficial. Los Porskamp llegaron hace una década, en plena época de apogeo, para quedarse poco tiempo y ya son casi 11 años. El padre de la familia, Pascal, un holandés químico de profesión fue trasladado por su empresa a la planta que Deretil tiene en Villaricos, a pocos kilómetros de Mojácar, y no dudó en traerse a su mujer, Esther, que curiosamente es de origen catalán, y al hijo de ambos, Roderik, que sólo tenía dos años. “Dejamos Venio, la ciudad holandesa donde vivíamos con la idea de pasar tres años en España y regresar, pero luego decidimos prolongar la estancia dos años más, el tiempo máximo de permanencia que me permitía la empresa”, explica Pascal, que, ante esta limitación, optó por dejar su trabajo y quedarse en Almería.

Acostumbrados a programar sus actividades sociales hasta con seis meses de antelación, algo habitual en Holanda, los Porskamp no tardaron en habituarse a las costumbres andaluzas. A Esther Muñoz, que decidió mantener su apellido de soltera, le costó cambiar de vestuario “a ropa más informal” y se ayudó de los consejos de su madre y de Las 1.080 recetas de Simone Ortega. Desde la casa de esta familia holandesa se avista el Mediterráneo hasta donde se une con el cielo. Pascal y Esther se recrean en el paisaje y les resulta difícil imaginar qué hay detrás de la Sierra de Cabrera. Para su hijo Roderik, que con 13 años habla cuatro idiomas, lo complicado sería vivir en otro lugar. “No me iría por nada del mundo”, comenta el andaluz de nueva generación que intercambia miradas cómplices con su hermana Caroline, la pequeña de la casa y la única nacida en España que, no obstante, se educa al estilo holandés.

El círculo social de los Porskamp es variado. Viviendo en Mojácar no es raro adivinar que tienen amistades de distintas nacionalidades. “Eso sí, nos reunimos en casa, porque frecuentar mucho el bar está mal visto en Holanda”, comentan.

Británicas con mantilla

En estos municipios, donde la multiculturalidad es algo cotidiano, hay pocas cosas que estén mal vistas o sorprendan. Emma Louise Hall tiene conocidas en Málaga que se han puesto la mantilla el pasado Jueves Santo, a pesar de ser de origen británico, como ella. Después de 20 años en la provincia de Málaga sólo un leve acento inglés delata a esta concejal que concilia su trabajo en el Ayuntamiento de Nerva y en su propio salón de belleza. “Mis padres decidieron abandonar el norte de Inglaterra para montar su negocio, una lavandería, en Andalucía, porque aquí el clima es mejor y hay más tranquilidad para jubilarse”, explica la edil, soltera “por culpa de la política, que es muy absorbente”. Desde su puesto intenta ayudar a todo el extranjero que necesite una orientación o un empujoncito para integrarse. “A mí me costó, ahora es más fácil, fíjese que en Nerja conviven 74 nacionalidades; principalmente hay ingleses, y eso que sólo el 30% de la población está censada”, explica la joven, que no dudó en atender la llamada del Partido Popular para entrar en sus listas electorales.

No es el único caso de extranjeros residentes que ocupan cargos municipales. En la Costa del Sol la mayoría de los municipios cuentan con servicios de atención a extranjeros que son dirigidos por foráneos. Uno de ellos es el de Fuengirola, donde la encargada de orientar a los que llegan de fuera en los trámites de empadronamiento, bancarios, matrículas escolares, tarjetas sanitarias... es la concejal Suvi Kauranen. En este municipio la población foránea roza el 30%, al igual que ocurre en Torrox, con mayoría de alemanes. En Mijas el censo sube al menos 8 puntos y otras localidades malagueñas costeras como Marbella, Benalmádena, Torremolinos o Estepona se mueven en torno al 25%.

Algunos alcaldes han lanzado campañas para que los extranjeros se empadronen y, ya que disfrutan de sus servicios, ayuden a los ayuntamientos. “Vivo en Torrox”, reza la propaganda de este Ayuntamiento malagueño. Un reciente cambio en la normativa permite que los datos del padrón municipal sobre extranjeros se ajusten más a la realidad, pues las inscripciones de no comunitarios deben ser renovadas cada dos años o, por el contrario, caducan. Sin embargo, hay también nuevos criterios que dificultan los trámites a los europeos que quieren figurar en el padrón, pues no basta con el pasaporte, sino que se requiere también una tarjeta de residencia. Colas en las oficinas de extranjería donde coinciden senegaleses y suecos. Andalucía es, hoy más que nunca, una tierra de contrastes.

Con la colaboración de Ricardo Alba, Maite Cortés y José Antonio Suárez.

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