Betis-Valencia | La crónica

El Betis no mira más allá (0-0)

  • El equipo de Víctor, pese a sus dos balones en los palos, no termina de soltar amarras y deja vivo a un lánguido Valencia.

  • El punto le vale para acercar la salvación pero aleja otras metas.

El Betis de Víctor volvió a puntuar. Y el Betis de Víctor volvió a tropezar en casa ante un rival menor al que debió ganar. Quienes se den por satisfechos con la salvación de los verdiblancos a final de temporada darán el visto bueno al primer titular. Y quienes pidan más ambición a su equipo y le exijan quedar al menos entre los diez primeros, compartirán el enfoque del segundo. Visto desde el prisma que se quiera ver, es una realidad que, por ahora, el Betis avanza, sí, pero con pasos cortos que le impiden ir más allá. Este sábado pudo derrotar al Valencia, a un Valencia menguado, indigno de su historia y con un fútbol varios estratos por debajo del nivel de su plantilla y sobre todo del nivel de su coste. Pero lo dejó vivo y volvió a dejar escapar una oportunidad de estirarse en la tabla, dejar de mirar de reojo al pelotón de los torpísimos y animarse con empresas más nobles que la supervivencia.

Las tres ocasiones más claras fueron del Betis. Y a nadie le hubiera parecido injusto que los verdiblancos hubieran agarrado los tres puntos en juego. Pero tampoco fue justo que en el minuto 26, el colegiado tinerfeño Trujillo Suárez dejara sin sancionar el claro penalti que cometió Pezzella al cortar con su brazo abierto el balón que lanzó Montoya y que, con franco peligro, buscaba la portería de Adán.

Quizás esa pena máxima, que después había que transformar –que se lo digan a Parejo, que erró en Pamplona uno con 2-3 a favor antes de que Osasuna acabara empatando– hubiera metido al partido la guindilla que demandaba. Quizás ese penalti que se fue al limbo hubiera hecho al Betis soltar amarras de verdad. Y quizás entonces, con un juego sin remilgos, los heliopolitanos hubieran mostrado si son capaces de engancharse a la mitad alta de la tabla. Quizás, quizás...

Lo que no queda en el terreno de las conjeturas, lo que es impepinable, es que jugar un partido de fútbol a la una de la tarde es contranatura. Obliga al personal que acuda al estadio a llevarse un bocadillo o almorzar demasiado tarde y trastocar ya, de paso, el resto de un goloso sábado. Ese fútbol a deshoras menoscaba el ambiente de la grada, que no palpita como acostumbra. Ni siquiera la del Benito Villamarín, de las más pasionales y entregadas del balompié español.

Y los jugadores parecieron contagiarse de los ánimos demasiados atemperados del graderío. No salió el Betis a toda mecha a pesar de que la delicadísima situación anímica del enemigo así lo aconsejaba. A este Valencia no le hace falta una tormenta como la que se encontró el Betis en La Coruña para desmoronarse. Pero los béticos no arrancaron con esa sangre en los ojos.

De hecho, la defensa que ordenó Víctor Sánchez del Amo fue esta vez de cinco, que no de tres. Piccini y en menor medida Durmisi actuaron muy atrás. Y eso terminó de arrastrar a todo el equipo, que apenas ensayó la presión adelantada a la temblorosa zaga naranja y negra.

Todo pudo cambiar pronto si Rubén Castro (6’) ajusta algo más su seco zurdazo, que se estrelló en la parte externa de la cruceta derecha de Diego Alves. Esa jugada ya destapó las carencias en su retaguardia del cuadro levantino, que actuó demasiado estirado sobre la hierba. Arriba, una línea de mediapuntas poco dada al repliegue, como era la integrada por Munir, Orellana y Nani. Algo más atrás, Parejo, otro que tal baila. Como los centrales se atornillaron demasiado cerca de su portero, se abrió un espacio en la corona del área que el Betis sólo explotó a arreones, con un fútbol discontinuo. ¿Por qué? Porque tampoco dio con decisión el paso adelante hasta que Víctor se lo ordenó en el intermedio.

En cuanto Picccini salió del rincón por la derecha, Dani Ceballos se acercó más a su zona favorita, algo más escorado a la izquierda para encontrar a Durmisi, y Álex Alegría perdió metros para enganchar, afloró más peligro. Y precisamente en una maniobra de Alegría abierto a la banda que acabó con Petros irrumpiendo en el área, el brasileño mandó el segundo balón al palo, esta vez el izquierdo de Alves. Corría el minuto 50 y parecía que los béticos desbrozaban el camino hacia la victoria.

Pero Víctor no anduvo muy agudo con los cambios y en el minuto 73, prescindió precisamente de los dos protagonistas de la ocasión más clara del Betis en la segunda parte. Por Petros entró Jonas Martin –ni una jugada digna de anotación– y por Álex Alegría lo hizo Sanabria, quien lo más destacado que hizo fue malograr un claro contragolpe al estrellar su tiro en un defensor.

Poco hicieron los sustitutos por imprimir una marcha más al equipo. Y era lo que éste demandaba. Sobre todo en esa fase final en la que el Valencia se partió definitivamente en dos. A Dani Ceballos le faltó acompañamiento, como tantas otras veces. Al final el utrerano también sin balón fue hábil, al forzar la amarilla que le hará cumplir ciclo en Granada para jugar el derbi. Rubén se cansó y todos acabaron convenciéndose, Voro el primero viendo las prestaciones de Santi Mina y luego Zaza, de que el punto era el mayor botín posible. La única que este sábado venció fue el hambre: las tres de la tarde no son horas para acabar un partido.

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