La tribuna

Mercedes Rodríguez-Piñero Y Bravo-Ferrer

Que nadie desafine, no es el momento

EL 26 de agosto de 1984 se publicaba en un reconocido diario nacional que los índices de malestar económico habían experimentado en Andalucía, junto a otras seis comunidades autónomas, una importante subida, alcanzando la inflación una tasa superior al 12% y el paro una tasa por encima del 21%; también entonces se contaban en nuestra comunidad un millón seiscientas mil personas ocupadas.

Veinticinco años después, nos encontramos con una sociedad inquieta y preocupada por no hallar una respuesta inmediata a una inflación que roza el 4,3%, una tasa de paro del 14,8% y más de tres millones doscientos mil ocupados.

Si algo hemos debido aprender en estos últimos 25 años es que la economía tiene sus ciclos, nadie escapa a ello y debemos por tanto estar preparados para afrontarlos, viendo en cada etapa las oportunidades que se nos brindan para renovarnos y salir airosos del envite.

Todo el mundo habla de crisis, de desaceleración y de tantos otros términos que se nos vienen a la cabeza por no saber definir claramente qué nos está sucediendo. Y la palabra crisis, en sus más ancestrales orígenes, no habla de otra cosa sino de cambio o mutación en un proceso que puede llevar bien a un empeoramiento o bien a una mejora sustancial de la situación de partida. Es el momento de tomar las riendas y gestionar y dirigir el cambio, pero no desde la precipitación y el impulso desatado sino desde la reflexión y la toma precisa y madura de decisiones que nos eleven a ese nuevo estadio.

A lo largo de un cuarto de siglo al frente del Consejo Andaluz de Relaciones Laborales he podido contemplar y vivir situaciones muy complicadas que parecían insuperables. Y, sin embargo, aquí estamos: en los albores del siglo XXI con otra ocasión para hacer historia. Y hasta aquí, no hemos hecho otra cosa sino seguir el buen camino; y ese camino es el camino del diálogo que precede a la toma conjunta de decisiones y a la ejecución de las acciones necesarias, para enfrentar con éxito los obstáculos que nos encontramos.

Obstáculos que ya hemos vivido antes y hemos superado. Periodos de fuerte recesión económica, de alto desempleo, como los primeros años de autonomía; de anteriores crisis del petróleo, como la del 79; de huelgas generales como las del 88, el 94 o el 2002… y aquí estamos: en el año 2008. Y por supuesto que existen problemas, pero nadie puede dudar que estamos en mejores condiciones para solucionar o, al menos, paliar sus efectos más negativos.

Tenemos un potente sector servicios, un altísimo nivel de infraestructuras, una población trabajadora preparada; una Administración fuerte; un tejido empresarial y productivo con grandes perspectivas de futuro, que ha incrementado el número de empresas en los últimos diez años en cerca de doscientas mil; y un nuevo Estatuto de Autonomía que lo dice todo de los andaluces y las andaluzas que hoy protagonizamos esta realidad.

Desde mi punto de vista, en todo este camino ha habido un elemento que ha sido fundamental para llegar a donde estamos: la capacidad de diálogo y concertación que han demostrado las fuerzas políticas, empresariales y sindicales de Andalucía, para definir prioridades, principios irrenunciables y modelos de actuación eficaces.

Esto es lo que ha permitido que, uno tras otro, los acuerdos de concertación no sólo hayan concluido con éxito y superado las situaciones coyunturales más graves, sino que, de cada uno de ellos, la sociedad andaluza haya salido fortalecida, viendo por tanto en cada momento de cambio una oportunidad para crecer.

En el 93 fue el Acuerdo para el Desarrollo Económico y Social de Andalucía, gestado en otro momento de crisis y el que se apostó por elevar los niveles de empleo y la competitividad de nuestro tejido productivo; en el 95 fue el Pacto por el Empleo y la Actividad Productiva, centrado en las infraestructuras, el comercio exterior o la vivienda; en el 97, el PEDEA fijó sus líneas de actuación en el proceso de construcción de la Unión Europea y la globalización, junto con el despertar de las políticas activas de empleo; y el V y el Sexto acuerdos fueron una clara apuesta por la consolidación cualitativa de las cifras alcanzadas, apostando por las nuevas tecnologías, la calidad en el empleo, la lucha contra la siniestralidad laboral y la ampliación del tejido empresarial, en el escenario de la Unión y el mercado internacional.

Es el momento, a la vista de los hechos, de acometer un nuevo asalto a la concertación con el diálogo como instrumento indispensable y condición sine qua non. Y hablar de soluciones saludables para todos es hablar de gestión de los mercados transicionales, es hablar de apoyo a las empresas, de nuevos yacimientos demandantes de capital humano cualificado, de saneamientos de los sectores saturados, de formación para facilitar el tránsito de una ocupación a otra, de adaptarse en definitiva a la cambiante realidad.

Es tiempo de diálogo y acción pero no es momento para deserciones ni desafines.

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