remo - regata sevilla-betis

Dura la supremacía

  • El Betis se impone con claridad gracias a su poderosa palada y encadena ya su sexta victoria consecutiva con récord de la prueba.

  • El equipo bético recorta la ventaja sevillista a diez.

Amanece en Sevilla, no llueve, hace viento flojo de noroeste y gana el Betis. El triunfo verdiblanco, después de seis ediciones consecutivas, es ya tal costumbre en el río que el propio verbo ganar comienza a ser considerado como un verbo atmosférico, es decir, que no precisa de sujeto alguno. Así está siendo la historia reciente de la Regata Sevilla-Betis, que desde 2010, año en que curiosamente nevó con levedad en aquella mañana sevillana, el bote sevillista no ha conocido la victoria en el derbi que ayer cumplió las 50 ediciones.

Las bodas de oro de la regata sevillana tuvo sus fastos exclusivamente en dominio heliopolitano, con una alegría añadida al haber vuelto a batir la plusmarca de la prueba con un tiempo de 18.21,66 que superó el logrado en la edición anterior en casi siete segundos (la mejoría del barco del Sevilla, de un año a otro, alcanzó los 13 segundos). De ese modo, pese a correr una insignificante brisa de espalda, se cumplió el citius, altius, fortius desde las dos partes. Chapeau para los dos combinados.

El último dato de celebración en el seno de la familia bética, dentro de esa desventaja global que se redujo ayer un escalón -30 victorias sevillistas frente a las 20 verdiblancas-, responde al actual periodo de hegemonía: las seis ediciones  ganadas consecutivamente igualan ya las seis que los blanquirrojos dominaron desde 1986 hasta 1991.

Comenzaron puntuales los dos botes desde el punto de partida, a la sombra del puente del Alamillo. Ése fue el único instante en que las dos embarcaciones bogaron en paralelo. El Betis era favorito, sí, pero por delante había seis kilómetros en los que podía pasar cualquier cosa. En eso al menos confiaba la parroquia de Nervión.

Con menos peso en el barco, también con menos vatios en sus extremidades, la remada del Sevilla inició agresiva. El vigor imprimido sobre el agua por el equipo capitaneado por Juan García contrastaba, en cambio, con una aparente suavidad del ocho que bogaba con Noé Guzmán al mando. La sincronía bética era notable. Los béticos parecían obrar el milagro de quien caminó sobre el líquido elemento, evitando el rozamiento que se impone en toda superficie física. La firma del arranque de ambos fue vertiginosa. Y al superar el puente de la Barqueta, la primera de las metas volantes, la ventaja era ya bética.        

De ahí hasta el final, aunque su palada se asemejara a un fluido sin esfuerzo, la ventaja bética sólo hizo aumentar. En este punto podría haber concluido esta crónica si no hubiera sido por que en el transcurso, como es natural en toda gran competición, sucedieron capítulos que bien merecen su línea.El litigio no había hecho más que comenzar y las tácticas comenzaron a hacer acto de aparición. El timonel del bote bético, que avanzaba por la calle de Sevilla -a priori la ventajosa-, se mantenía en terrenos sevillistas hasta que encontró el momento del rebufo. Una vez superada la pasarela de la Cartuja, el barco sevillista sentía con incomodidad las olas generadas por el del Betis. No hay nada más molesto que el movimiento desordenado del agua para un bote. La proa heliopolitana, en cambio, no encontraba obstáculo y la distancia se hacía mayor palada tras palada.

El ocho de Noé Guzmán, un titán al frente del remo bético, había efectuado el tirón definitivo y afrontaba la curva de Chapina con unos holgados dos botes de diferencia. Al llegar al puente de Triana, abarrotado de público, la diferencia era ya de tres barcos. Mientras los béticos tocaban el Maestranza, los sevillistas alcanzaban la Maestranza. Ya no había duda de qué equipo sería el ganador en las bodas de oro.

A la regata apenas le faltaba el último kilómetro, unos 1.000 metros que sirvieron para refrendar los pronósticos anunciados en los días previos. El peso, los vatios, los historiales de las palas y hasta la calle favorable. Los factores fueron haciéndose realidad desde una línea de meta desde la que se divisaba la entrada del bote de Heliópolis. Era su última milla de honor, que se completó con una nueva plusmarca en la prueba y la continuación de la supremacía del Betis. La pregunta es hasta cuándo.

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