Salud y Bienestar

El estado psicológico suma en el proceso de reproducción asistida

  • La medicina permite aumentar las posibilidades de tener un hijo, si bien el camino hasta concebirlo puede durar años y suponer un desembolso económico en el que el apoyo emocional y la comunicación de los padres son claves al afrontarlo

60%

Las técnicas de reproducción asistida permiten echar un pulso al tiempo y retrasar el momento de la maternidad y de la paternidad; a más, hacen posibles nuevas estructuras familiares como la homoparental. Sin embargo, en el sueño de convertirse en padres no todo es de color de rosa, hasta poder tener un bebé pasan de meses a años con un importante reembolso económico, en la mayoría de los casos. En esta carrera de fondo, las respuestas emocionales de las personas estarán influenciadas por el motivo de consulta, su historia vital, familiar y sus rasgos de la personalidad.

En el caso de las parejas heterosexuales, "antes de pedir ayuda han pasado meses o quizá años intentando tener hijos sin éxito. Cuando recurren a la reproducción asistida son conscientes de que hay algún problema pero acuden cargados de esperanza e ilusión. Sin embargo, y uno de los principales motivos por los que el soporte emocional debe comenzar desde el principio del tratamiento, es que la medicina no puede proporcionar un 100% de garantía, algo que tienen que saber antes de embarcarse en este proceso", apunta la doctora Vicenta Giménez, coordinadora del Grupo de Interés de Psicología de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF). Y es que el diagnóstico de infertilidad suele producir un shock, además, el estrés, la ansiedad o la culpabilidad generada por este problema puede influir de manera negativa en la consecución del embarazo. En los casos de repetición de ciclos la ansiedad puede ser tan grande que lleve a la pareja, en algunos casos, al abandono del tratamiento por la frustración de no poder conseguir su objetivo. Según la especialista, más del 60% de las parejas en tratamiento de reproducción asistida abandona el tratamiento debido a la gran carga emocional que sienten, y el 86% de los pacientes que inicialmente no solicitaban atención psicológica acaba recurriendo a ella. D y C tienen 38 y 36 años respectivamente y esperan a su primer bebé. Ella está embarazada de cinco meses, lo lograron en la segunda fecundación in vitro, previamente estuvieron intentándolo de manera natural durante un año pero no podían por un problema de fertilidad masculina. Esta pareja coincide en que la experiencia les ha unido y la han vivido en la intimidad. Según la doctora Giménez el apoyo social consigue suavizar algunas de las consecuencias del estrés inherente al tratamiento. Sin embargo, es habitual que las parejas con problemas de fertilidad lo mantengan en secreto y tiendan a aislarse de familiares y amigos para evitar situaciones estresantes.

En el caso de las madres solteras que recurren a los procesos de reproducción asistida, así como el de las formada por pareja de mujeres, "la situación emocional es completamente distinta porque ellas vienen con toda la ilusión del principio, es su única opción para tener un hijo. No es como en las parejas heterosexuales que vienen con una larga temporada previa de fracasos al intentar quedarse embarazados de forma natural". Según la doctora Victoria Verdú, coordinadora de ginecología de Ginefiv, "a la mujer de entre 35 y 38 años se le suele aplicar una inseminación artificial con semen de donante ya que en su mayoría son mujeres sanas y fértiles. Y partir de los 38 se aconseja una fecundación in vitro, puesto que es una edad en la que hay una bajada en la reserva ovárica". Cristina tiene 39 años, es economista y por su situación personal ha decidido ser madre soltera, ahora está buscando clínica. "En la sociedad actual existe la opción para la mujer de poder elegir cuando ser madre. Antes de estar segura acudí cuatro meses a un psicólogo", dice.

Según datos de la clínica Ginefiv, el 10% de las españoles que acuden a una clínica de reproducción asistida no tiene pareja. Sin embargo, el repunte que en los últimos años se está dando en las estadísticas de madres solteras es cuestionado por Luisa Notario, coordinadora de Diversidad y Familias de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Felgt), "en la documentación de la clínica, la mujer lesbiana gestante puede constar como madre soltera aún estando casada con su pareja". Luisa es junto a su esposa Nuria madre de un niña que en la actualidad tiene un mes de vida. Durante el proceso de dos años y medio de reproducción asistida al que se sometió Nuria en una clínica privada, "los especialistas estuvieron muy implicados con nosotras pero en los papeles de la clínica sólo constaba la gestante, mi esposa Nuria, yo no aparecía. Esa sensación de ninguno te crea un estrés añadido".

Junto al factor psicológico y el factor tiempo, el factor económico parece clave a la hora de someterse los ciclos de reproducción asistida. En esta dirección, Fernando Sánchez, ginecólogo de las Clínicas Ginemed explica, "hemos creado un programa, Embarazo Seguro, en el que se ha tratado a unas noventa mujeres con un perfil tipo de que habían fracasado en cuatro o cinco ciclos de reproducción asistida previos. Planteamos ofrecerles el tratamiento y si no quedaban embarazadas no pagaban sus costes. Y hasta el momento excepto una docena han quedado embarazadas todas". En este sentido, M y L que en la actualidad tienen dos hijos de tres y un año respectivamente retratan el proceso como un túnel en el que entras y no sabes cual es el final. "Transcurrieron seis años hasta que logramos tener a nuestra primera hija. Pasamos por cinco ciclos, y desembolsamos todo el dinero que teníamos, por último, íbamos a vender el piso de la playa. En Andalucía, a quienes acudimos a una clínica privada no nos ayudan ni a costear una simple pastilla. Y nuestros hijos son futuros andaluces", lamenta L. El final del túnel de esta pareja son dos niños que bien recompensan todo el esfuerzo, "a las parejas que se encuentran en pleno proceso las animamos a que no tiren la toalla".

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