Salud y Bienestar

Las casas sustitutas, apoyo en trastornos de conducta alimentaria

  • Según los especialistas la anorexia, la bulimia y el trastorno por atracón son patologías que camuflan problemas de comunicación o autoexigencia · La estancia en hogares de intercambio favorece la motivación de estos pacientes

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A veces, en las obras artísticas utilizan la casa para expresar a modo de metáfora cómo es la persona que la habita. Cada objeto, cada pared, cada vacío parece que explique los gustos, los sentimientos, y las emociones del que la recorre por la noche en busca de un vaso de agua. En el caso de las casas de los jóvenes que padecen un trastorno de conducta alimentaria (TCA), y se encuentran en tratamiento, hablan las puertas del baño y de la cocina cerradas con llave, o los espejos cubiertos para que no puedan ver su cuerpo. Pero también en las casas de algunos de estos jóvenes puede experimentarse una herramienta terapéutica interesante y, sobre todo, enriquecedora para hijos y padres.

Diego Solano Martinez, psicólogo del centro ABB especializado en trastornos alimentarios y coordinador de su fundación en Andalucía explica que "dentro del tratamiento que se ofrece en el hospital de día a los trastornos como la anorexia, la bulimia o el trastorno por atracón, hay un herramienta llamada Casas Sustitutas. Consiste en que una compañera del grupo de autoayuda vaya a la casa de otra durante días o semanas, depende del caso, para que esté acompañada las 24 horas y para que vea hábitos familiares distintos a los marcados en su hogar de origen y que pueden ser parte responsable del síntoma".

Esta herramienta está siempre controlada y supervisada por un equipo de terapeutas. Ellos valoran que en el tándem de pacientes a convivir, uno sea el que se encuentra en una fase más aguda del síntoma, y otro lo ha pasado y puede comprender al sintomático, apoyar a los padres de acogida, e iniciar un viaje interior de aprendizaje en valores. Laura tiene 19 años, es de San Fernando (Cádiz), y estudia segundo curso de publicidad. Vive con dos amigas suyas en Sevilla que entresemana velan para que no caiga en el síntoma de ingerir alimentos compulsivamente. "Recuerdo comer desde pequeña cada vez que me sentía frustrada, enfada, insatisfecha", cuenta Laura. Los fines de semana esta gaditana suele ir a casas sustitutas de las compañeras de su grupo de autoayuda que ya han superado la etapa de cuerpo y comida. Entre los beneficios de la experiencia "además de que controlan la enfermedad en el hogar donde vaya, vivo modos de hacer, roles familiares distintos a los míos. Por ejemplo, mi madre es muy estricta con el horario de las comidas, y en cambio, en la casa sustituta un día se puede comer a la una de la tarde y otro a las dos, lo cual la comida deja de tener el control y pasa a adaptarse a mí y no viceversa", describe Laura. En la otra posición, estaría Mila de 24 años y estudiante del último curso de administración y gestión de empresas. Durante años ha sufrido de anorexia nerviosa purgativa, hoy asintomática acude a casa de sus compañeras más graves, "las ayudo, y ellas a mí porque la experiencia me permite reforzar mi autoestima, y recordar que hay que estar alerta en esta enfermedad tan maligna", expone Mila.

Además, los beneficios de la herramienta vivencial se extienden a los padres, "a menudo desanimados", manifiesta Solano. En este sentido, Chari Martín expresa que "cuando mi hija Sara estaba en su fase más aguda suponía un alivio que viniera una compañera, porque sabía que Sara estaba acompañada las 24 horas y que podía identificarse y expresarse con una persona que había pasado por lo mismo que ella. Además podía apreciar posibles problemas con la patología en casa que a nosotros nos pasaba desapercibidos por ser intrínsecos a nuestra rutina". Sara hoy tiene 24 años y ha superado los trastornos alimentarios que padecía desde los 18. Según su padre, Antonio Dominguez, han vivido la experiencia de acoger sobre quince veces .

María Dolores Sánchez es profesora de primaria y a su hija Sandra le diagnosticaron anorexia nerviosa restrictiva a los 12 años. Hasta entonces esta madre dice que "sentía que pasaba algo pero tenía una venda en los ojos, achacaba el exceso actividad de Sandra a que era muy responsable. Los TCA son enfermedades muy confusas, ocultas, y esto los hace muy dificiles de reconocer". Sandra, hoy tiene 15 años está dada de alta en la patología, y tiene una sensibilidad desbordada para la pintura y la escritura. "Las personas piensan que las anoréxicas son las chicas esqueléticas de la publicidad o las modelos de pasarela, sin embargo, es algo mucho más profundo. El alimento no es más que una forma de expresar tus miedos y soledad, en mi caso, el no haber interiorizado en su momento la muerte de mi padre a los 8 años", expresa Sandra.

En este sentido, Teresa Guijarro, psiquiatra que trabaja en el programa de trastornos alimentarios de la Unidad de Salud Mental Infanto Juvenil de Hospital Reina Sofía de Córdoba apunta que "la línea divisoria entre los distintos trastornos alimentarios es muy fina, y están relacionados con aspectos profundos como la comunicación de los sentimientos o la responsabilidad. Hay que entenderlos desde un punto de vista multidisciplinar ".

Por ello, el viaje del afectado hacia la recuperación de la salud, como en el poema de Sandra pasa en muchas ocasiones por mirarse hacia dentro y que, "No baje por nadie la voz, no guarde nadie miedo".

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