La estrella

La Triana de los mil acentos

  • La salida del misterio y de la Virgen emocionó a los cientos de personas apostadas San Jacinto.

Hora y media antes de que la primera hermandad de Triana pisara la calle ya había muchas personas apostadas en las aceras de la calle San Jacinto. Observarlas y oírlas era hacer lo propio con este barrio de mil caras y esta Semana Santa poliédrica.

Junto al naranjo que hay frente a la capilla de la Estrella, estaban Gema y su marido, trianeros de la diáspora. Sus padres nacieron en la calle Alfarería, pero viven en Madrid desde hace 39 años, de los que sólo uno, en el que sus hijos eran demasiado pequeños, dejaron de venir por Semana Santa y ver la salida de la Estrella. Su hija de 23 años, hacía ayer de cicerone con su novio, la última incorporación a la trupe, al que relataba desmayos y chaparrones de otros años y la terminología de la fiesta.

Una pareja de jovencísimos trianeros, que saludaban cada poco a amigos y familia, se hacía arrumacos entre Gema y Thea. Ésta es una holandesa de melena ya plateada, que vive en Sevilla desde hace diez años, los mismos en los que se sumerge en una Semana Santa en la que, como los buenos capillitas, prefiere ir sola que con invitados que apenas comprenden lo que ven. “¡No se puede explicar nada, hay que sentirlo!”, afirmaba, y era incapaz de concretar lo que la cautivó: “Es todo. Pasan muchas cosas a la vez y hay muchas formas de vivirla: desde la gente que se toma una cerveza y charla, hasta los que se concentran en lo que ven, el que lo vive porque es su hermandad o porque tiene un hijo que sale de nazareno, el que haya tanta gente en la calle y no pase nada...”.  En Amsterdam, donde nació, no hay nada parecido, dice. El performance y la interactividad, tan en boga ahora, se inventaron en Sevilla hace siglos. 

A las cuatro y diez, cuando las puertas del templo se abrieron, hubo murmullos de impaciencia en el arrabal. Pero aún quedaba mucho –ésta  es una de las hermandades con más nazarenos– para que la nube de incienso anunciara al paso de misterio. Manuel Vizcaya quiso dedicar la primera levantá a los padres de Mari Luz y de Madeline, “¡que no se rompa nunca una familia!” –dijo– y compensó el escalofrío de sus hombres recordando “la suerte de ser trianero para que nuestras penas se vuelvan alegría”. En la calle, se contenía el aliento para oír la voz del capataz.

La salida del paso y la primera chicotá para  virar hacia el puente fue imponente. La compenetración de la banda de la Presentación de Dos Hermanas con este Cristo sedente y con dos sayones y un romano que preparan la cruz fue total durante el largo movimiento. Con los tres primeros pasos largos por San Jacinto el público rompió a aplaudir. Thea se tapaba la boca con las dos manos. La jovencísima trianera que hacía arrumacos se limpió una lágrima con un clínex. Una saeta terminó por desbordarlo todo. Tres niños en brazos de sus padres hacían palmas con manos todavía indecisas.

Los acentos de los trianeros del mundo se siguieron mezclando, yendo y viniendo, frente a la capilla durante la hora y media larga de paso de nazarenos que medió entre el misterio y la Virgen. Se comentó que Fernando Alonso había quedado cuarto y hubo un debate sobre si era conveniente que el Chiki chiki representara a España en Eurovisión. De vez en cuando, alguien cambiaba de posición junto al naranjo y provocaba una lluvia de azahar. También había ayer –aunque la cronista quiera huir y caiga en los tópicos– mariposas blancas revoloteando por Triana. Una señora mayor pasó por la acera apoyada en los brazos de una pareja de piel tostada.

El sol sólo iluminaba la acera de la Estrella y ya se veían mujeres descalzas y hombres de piernas inquietas, cuando el silencio volvió a hacerse a las siete menos cuarto. La salida de la Virgen, primero a los sones de la Marcha Real y luego con Estrella Sublime fue más dulce, más minimalista –si puede serlo la Semana Santa– que el del misterio. Los últimos rayos de sol lamieron la espadaña de la capilla. El aroma de las orquídeas del paso lo fue inundando todo, esparcido por la brisa que se levantó justo en ese momento. Por la calle San Jacinto, la banda de Nuestra Señora de la Oliva de Salteras fue cantándole a la Estrella la Salve Marinera. 

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