La Semana Santa de Granada, tal cual se concibe hoy en día, va camino de cumplir su primer siglo de historia. Y en concreto, su hermandad decana, la del Santo Vía Crucis. Será el 6 de abril de 2017 cuando se conmemoren los cien años de historia. Antes de llegar esa fecha central, la cofradía -con sede en la iglesia de San Juan de los Reyes- ya ha iniciado el programa de actos con los que celebrar esta efemérides. La corporación albaicinera llega a la cita "con la misma ilusión con la que los hermanos fundadores iniciaron este camino", según apunta a Granada Hoy su actual hermano mayor, Salvador Garzón Cervilla.

Un sueño que inició hace diez décadas Santiago Valenzuela Suárez, quien actuando como mecenas consiguió dar forma al sentir popular de la feligresía de la parroquia de Nuestro Salvador. Entre finales de 1916 y principios de 1917 se gestó todo en un carmen de la calle San Buenaventura -números 10 y 12- al que acudían gente importante del barrio y religiosos de la época.

El por entonces arzobispo, José Meseguer y Costa, dio luz verde a los primeros estatutos, redactados a estilo de acta y firmados por todos los asistentes a las periódicas reuniones. A partir de ahí se produjo la primera salida penitencial para ascender al Cerro del Aceituno con la intención de rezar el vía crucis.

En este caso, se da la particularidad de que el objetivo central era salir a celebrar ese piadoso acto. La imagen protagonista era lo de menos. Tanto que hasta seis nazarenos distintos ha llegado a sacar en procesión la cofradía a lo largo de toda su historia. Incluso hubo épocas en la que el Martes Santo por el centro salía una nazareno totalmente distinto al que en la madrugada del Viernes Santo subía a la ermita de San Miguel.

La figura de Valenzuela Suárez fue "indispensable", según resalta Garzón. A nivel profesional fue rector de la Azucarera de 'La Purísima', estatus que le valió para influir en la sociedad granadina del momento. Tanto que logró que el propio Gabriel Morcillo realizara la pintura del estandarte del Cristo que a día de hoy sale a la calle o que Antonio Martín diera forma a la valiosísima cruz de taracea que el nazareno de la Amargura carga sobre su espalda cada Martes Santo. También encargó a Manuel Roldán de la Plata la hechura de un Cristo -que ardió en el incendio que sufrió el Salvador en 1936-.

Desde el comienzo hasta 1947 desempeñó el cargo de hermano mayor. En esa fecha se estrenó el paso del Señor, obra de Nicolás Prados López. Fue la culminación de unos años complejos. En el fuego, la hermandad perdió todo su patrimonio a excepción de la cruz de taracea (1925), el estandarte con la 'galleta' de Morcillo y los tapices del vía crucis de Garrigues (1926).

A la hora de destacar una de las etapas de la cofradía, Garzón se centra en ese desagradable hito acontecido en 1936. "Gracias a la parroquia de las Angustias y al sacerdote del Salvador, se volvió a salir en 1941", señala. Fue en esa ocasión cuando el nazareno que hoy se encuentra en la basílica patronal pasó a ser el sustituto del realizado por Roldán de la Plata.

Seis años después, el Vía Crucis da pie a la creación de la hermandad de la Aurora. Una sección integrada en la primera se creó exprofeso para abrir la puerta a una nueva corporación en el barrio. Así, surgió la actual cofradía con sede en San Miguel Bajo. Ya en 1951, la Virgen de las Lágrimas se incorporó al cortejo con el paso de palio donado por la Fábrica de Pólvoras de Santa Bárbara.

Desde el año 2000, la Virgen de los Reyes, la segunda titular mariana de la hermandad, pasó a ser la protagonista en el Martes Santo con la aprobación del cabildo de hermanos. La familia Entrala la donó para su culto público.

Al hablar de las sedes que ha tenido la decana, el carácter "errante" impera. Una vez que dejó el Salvador -en 1922 protagonizó una salida puntual desde San Justo y Pastor junto a la Soledad de San Jerónimo-, la Catedral fue el templo de acogida hasta 1989. San Juan de los Reyes fue el remedio a esa orden de salida convirtiéndose en 'casa' definitiva desde el final de su restauración en 2007 hasta la fecha. Durante los trabajos de intervención -por los que peleó y mucho la hermandad-, la  adyacente capilla de la Escuela Hogar de la Presentación fue el espacio de culto provisional.

Con ese bagaje histórico, nada fácil por cierto, encara la cofradía su primer siglo de vida. La comisión de trabajo que preside el cofrade y profesor de la Universidad de Granada, Miguel Luis López-Guadalupe, ha preparado un programa cultual, cultural y social para conmemorar este aniversario. "Con ello pretendemos dejar patente de dónde venimos, dónde hemos estado y hacia dónde queremos ir", indica el actual hermano mayor.

El pasado 13 de febrero ya fue presentado el cartel anunciador de la efemérides y los días 20 y 29 del mismo mes tuvieron lugar el traslado desde San Juan de los Reyes al Salvador y viceversa, respectivamente. Todo para celebrar el triduo inaugural del centenario en la que fue primera sede de la cofradía. "Fue emocionante porque se vivieron unas estampas únicas que espero que dentro de otros cien años vuelvan a repetirse con aquellos que estén". 

El encuentro con los titulares de la Estrella en el Salvador. La entrada en San Miguel Bajo y San José también rememoró un momento  para el recuerdo. "Ver al Señor con la Aurora otra vez juntos después de muchos años fue increíble", reconoce Garzón. Y es que en la década de los ochenta se hizo una prueba en la Catedral para ver cómo podían entrar los pasos en la misma. El elegido fue el de la Aurora y en la girola de la Seo granadina se encontraba el paso de la Amargura, una instantánea que muchos cofrades conservan.

Con esas mimbres afronta el Vía Crucis un año importante. "La hermandad está en un momento muy dulce. Hay un magnífico grupo humano, especialmente joven que está siempre dispuesto a lo que haga falta, con sus propias ideas y renovando las que ya tenemos siempre para bien. Espero que siga así muchos años".