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Cristal no, lo siguiente (4-2)

  • El Sevilla se complica su futuro europeo tras caer ante el PSG víctima de sus errores defensivos. Los sevillistas, igual que frente al Getafe, evidenciaron serios problemas atrás

Este Sevilla digno de ser empaquetado en estos momentos debería tener muy grande el típico cartel de "muy frágil". Porque el equipo de Gregorio Manzano no es ni una vajilla de porcelana ni de cristal, tampoco un azucarillo, es, en el argot de los adolescentes, lo siguiente. No es extraño que encaje una derrota detrás de otra, es que se empeña en abrirle los caminos al adversario que esté enfrente para que éste se alce con el triunfo finalmente. Ayer le tocó el turno al PSG, que, lógicamente, se limitó a aceptar los regalos y dar las gracias.

Es un cúmulo de errores, propios en muchos casos de principiantes, y la consecuencia casi siempre es la misma, que Palop se dirige al fondo de su portería para sacar el balón de allí y dárselo al delantero que corresponda para que éste efectúe el saque de centro. Evidentemente, de esa manera el resto no vale para nada, es absurdo incluso que Kanoute llegue a anotar dos goles en apenas cuatro minutos, ya se encargará alguien en las zonas más atrasadas de echar por tierra todo el trabajo realizado.

Sucedió así en el partido contra el Getafe, cuando Konko, con su infantil penalti, materializó una concatenación de errores que ya se habían producido en las jugadas anteriores, por mucho que Palop evitara el gol de los madrileños con sus paradas. Y ayer volvió a pasar, lo que indica que el problema es cada vez más grave. El papel principalísimo le correspondió esta vez al uruguayo Martín Cáceres, que se señaló en dos goles, el segundo al perder la marca de Hoarau en uno de los dos córners que comenzaron a decantar la contienda, y también al perder el balón en la acción del 4-2. Pero como secundarios en esta triste película pueden figurar varios futbolistas de la entidad blanquirroja, desde otros balones perdidos por Diego Capel de manera absurda hasta la tardanza de Zokora en hacer las coberturas o el sinsentido trote de Romaric por el centro del campo sin concretar nada ni en ataque ni tampoco en defensa, incluso un Renato al que el físico le impide aportar más cada vez que no le dan el balón al mismo pie. Es un cúmulo de situaciones individuales que acaban hundiendo al colectivo.

El partido no comenzó mal, sin embargo, para el Sevilla, pero sí se le torcería muy pronto. Ambas cosas son posibles porque en el minuto 4 Romaric, en lo único potable que realizó, lanzó un disparo desde el borde del área y, aunque parezca mentira por su nula eficacia en esta tarea, éste se estrelló en el poste de Apoula. ¿Era un buen síntoma para lo que tenía que venir? No lo fue, pues al PSG le bastó con dos saques de esquina en un par de minutos para dejar aquello aparentemente sentenciado por mucho que Kanoute se empeñara después en demostrar lo contrario.

El Sevilla, que había arrancado con un ligero retoque del sistema por parte de Manzano en busca de ese ansiado equilibrio que no acaba de llegar, se desmoronaba bien prontito. No valía para nada, por tanto, ese 1-4-1-4-1 que había colocado sobre el césped el técnico jiennense en el que Negredo era el sacrificado para que Zokora hiciera de escudero de una pareja de centrocampistas compuesta por Renato y Romaric más o menos en la misma línea en la que también se movían los extremos Perotti y Diego Capel.

La propuesta no deja de ser interesante, pero vale para bien poco cuando un equipo encaja dos goles de córner en apenas dos minutos. Sí, en sólo dos minutos, dos lanzamientos de esquina efectuados por Nené eran cabeceados por Hoarau para que todo pareciera visto para sentencia. Así de fácil, así de cómodo para un PSG que se tenía que pellizcar incluso para creerse que era verdad. Tanto es así que los franceses casi le devolvieron el regalo a los sevillistas para que éstos empataran el 2-0 en apenas dos minutos más de lo que habían tardado ellos en materializarlo.

Esto, lo de reponerse a los mazazos, debería haber envalentonado a cualquier equipo, pero el Sevilla está para tan poquito que ni siquiera sería capaz de llegar hasta el intermedio con esa esperanza. Justo antes del descanso lo volvía a golpear Nené, en un error de coberturas, y no más salir de las casetas era Hoarau quien se encargaba de darle las gracias a Martín Cáceres, primero, y a Palop, después. El Sevilla había vuelto a caer en un visto y no visto. Como contra el Getafe, cuando encajó dos goles en apenas tres o cuatro minutos. Pero hay lecciones que no se aprenden y ayer se encargó de repetir idénticos errores en dos ocasiones para dejar el segundo periodo en un quiero y no puedo. Mal, muy mal, se ponen las cosas para un equipo cada vez más frágil y así, encajando goles con tanta facilidad, es imposible.

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