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Equilibrio y reminiscencia lombarda

  • Cigarini y Guarente coincidieron por primera vez en el campo y la combinación de sus características cohesionó el centro del campo · Los italianos rememoraron buenos tiempos juntos en el Atalanta

Los italianos del Sevilla tuvieron que unir sus fuerzas para justificar la inversión de la dirección deportiva que encabeza Monchi. Cigarini y Guarente jugaron por primera vez juntos desde su llegada a Nervión. Coincidieron un ratito en Cádiz, pero fue un partido totalmente descafeinado y suprimible que litigaba el tercer puesto del peor Carranza disputado por el Sevilla en los últimos tiempos.

Pero en partido oficial, el poder italiano no se había mostrado en todo su esplendor y en La Rosaleda Antonio Álvarez los eligió para buscar ese equilibrio que tanto había faltado en partidos anteriores en los que la persecución del sistema táctico idóneo para los futbolistas que tiene el Sevilla se convirtió en una cuestión de estado. Si ante el París Saint-Germain la presencia de Cigarini se diluyó junto a la figura de un escudero de muy buenos detalles pero con deficiencias defensivas, por aptitud y por actitud, José Carlos, en Málaga, el equilibrio lo ponía un Guarente que no hizo el partido de su vida, pero sí aportó la ayuda clave para igualar las fuerzas en el centro del campo.

Ambos la verdad es que conocen muy bien sus movimientos. Rememoraron los italianos viejos tiempos en Bérgamo, región de Lombardía, donde culminaron en 2008 una muy buena temporada. Uno como gladiator y otro como regista, aunque Guarente también enseñó en tierras malagueñas que su fuerte es ese golpeo sutil que tiene con el pie izquierdo. En el Atalanta brillaron juntos y en la selección sub 21 que se impuso en el torneo de promesas de Toulon.

Uno, Cigarini, tiene poco fuelle, pero ve bien los pasillos y tiene un centro a media distancia que ya ha dado varias veces frutos al Sevilla. El otro, Guarente, tiene en su especialidad el pase de más recorrido. Y los dos participaron a su manera en los dos goles con que el equipo nervionense le levantó la moral a Antonio Álvarez y le aflojó el nudo de la corbata. En el primer tanto la apertura de Cigarini a Perotti, que fue quien buscó y encontró la cabeza de Alfaro, fue el sello del jugador cedido por el Nápoles. En el segundo gol, justo antes del descanso, la firma la ponía su compatriota. El de Pisa sacaba a relucir su excelente golpeo con la izquierda para ponerle el balón a Martín Cáceres en la cabeza.

Lo importante estaba hecho. Sólo faltaba aguantar y controlar el partido. A eso contribuyó Guarente, quien, aun dejando muchas muestras de que aún le queda que acoplarse, le sirvió de gran ayuda a Zokora en esa zona que ante el PSG era toda para el costamarfileño. A Cigarini el segundo tiempo le sobró. Y le sobró porque las fuerzas ya lo abandonaron, cuestión que se hizo palpable cuando tuvo el 1-3 en sus botas en esa acción en la que Negredo se inventó una preciosa vaselina que dio en el palo. En la segunda jugada, con el pase de la muerte de Alfaro, no tuvo la decisión que hay que tener en el área, quizá efecto de la falta de frescura. Álvarez debió sacar antes a Romaric y a Kanoute para controlar un marcador que esta vez, con equilibrio por las piezas elegidas, sonrió.

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