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El desprecio del concepto defensivo

  • El Sevilla, la plantilla y el cuerpo técnico, se desnuda a sí mismo por la falta de solidez del pilar que debe sostener todo edificio: la retaguardia.

Pareja no alcanza a Sandro, que haría el 2-1 después del grosero error en un fácil despeje del argentino.

Pareja no alcanza a Sandro, que haría el 2-1 después del grosero error en un fácil despeje del argentino. / javier albiñana

El exceso de idealismo, convertido en falta de realismo, es pernicioso en algo tan prosaico como el fútbol. Todos los mensajes de juego ofensivo, de sueños de equipos con once centrocampistas, de sometimiento al rival con el balón lo más lejos posible del área propia pueden valer en una literaria conferencia sobre la parte más bella de este deporte: la creatividad en la búsqueda del gol. Pero competir por altas metas también implica tener los pies plantados en el suelo, sobre un pilar clave: la defensa. En el Sevilla de Jorge Sampaoli y Juanma Lillo, y de Monchi, ha habido algo de desprecio a ese concepto y en La Rosaleda la lucha por el tercer puesto se esfumó por ahí.

Evitar que el rival haga más goles que tú forma parte de cualquier manual, por mucho que no sea tan lírico. Y Sampaoli pecó desde el principio de ese desprecio a un concepto fundamental hasta el punto de defender su filosofía atacando directamente a la del anterior entrenador en su primera entrevista a los medios oficiales del club. El Sevilla ha convivido con ello toda la temporada, desde la misma concepción de una plantilla feble en los flancos y con agujeros notables en el eje de la zaga.

En ese giro total que dio Monchi a la planificación por la huida de Unai Emery nadie contempló la necesidad de reciclar una defensa que, desde la grave lesión de Pareja en San Petersburgo hace dos años, había dejado dudas. Que un central de 21 años fichado en invierno sea indiscutible en un equipo que lucha por la tercera plaza es una pista. Que Sarabia sea un apagafuegos en una posición en la que no había jugado es otra. Que Pareja haya jugado tanto cuando tras su lesión debía ser un apoyo pero no el eje de la defensa es otra. Son demasiadas pistas...

El Sevilla soñó incluso con pelearles a Madrid y Barcelona la Liga sobre esa convicción de kamikaze que logró inculcar Sampaoli. Y ha sobrevivido a ese mal latente, ora renunciando al excesivo riesgo de tirarse a tumba abierta, con un ordenado repliegue -Villarreal, Turín y Lyon como mejores ejemplos-, ora sometiendo al rival en su propio campo, con buen fútbol y la calidad de la plantilla de tres cuartos hacia delante. Pero no todos los partidos son iguales y cuando llega la presión de la clasificación surge el temblor. Todo podría haber cambiado si Correa hace el 0-2, pero ese imponderable está en el fútbol, como lo está que Sandro aprovechase tanta debilidad y que Kameni hiciese dos paradones en una misma jugada. Martínez Munuera, minando al Sevilla con tarjetas más que discutibles, terminó de horadar la débil estructura. Porque un equipo que quiere hacer suyo el balón tiene que tener incluso mayor capacidad de respuesta -mejores defensas o mejores conceptos defensivos- cuando se lo quitan. Si no, lo dejan sin pelota... y en pelotas.

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