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La exigencia mutante

  • Con un arranque calcado en las tres últimas ligas, ocho puntos, el ambiente positivo que rodea al Sevilla de Míchel contrasta con los de Álvarez y Marcelino. El marchenero fue destituido la jornada siguiente.

La demostración de que en fútbol dos y dos no son siempre cuatro, una frase que tiene muchísima historia, tiene su máximo exponente en los arranques de las tres últimas campañas en el Sevilla. En cuatro jornadas el equipo blanco ha calcado sus números en los ejercicios 10-11, 11-12 y 12-13 : 8 puntos sumados fruto de dos victorias y dos empates, con cero en el casillero de derrotas. La diferencia está en las sensaciones -totalmente dispares en cada caso- que crearon en el ambiente, algo que siempre repercute en la figura del entrenador. Antonio Álvarez ya estaba en el alero hasta el punto de que fue destituido en la siguiente jornada, la quinta, tras perder en Alicante; Marcelino no tenía esa espada de Damocles, pero se discutía el juego del equipo y la ambición sobre todo fuera de casa; mientras Míchel recibe elogios y disfruta probablemente del momento con más crédito desde su llegada.

¿Qué ha pasado entonces? Sencillamente, el umbral de la exigencia ha mutado de una manera muy abrupta. Es verdad que con Antonio Álvarez la eliminación en el play off de la Champions ante el Sporting de Braga había limado mucho la confianza en su trabajo, pero, más que nada, todo era consecuencia de lo más cercano en la retina del aficionado. 8 puntos, igual que Míchel, sumados ante el Levante (1-4), Deportivo en casa (0-0), Málaga (1-2) y Racing también en Nervión (1-1). Una derrota ante el Hércules precipitaba su salida y esa misma noche era anunciado Gregorio Manzano.

Antonio Álvarez recuerda que lo que se encontró, una euforia desmedida y general, le perjudicó. Igual que una visión irreal de todo. "El equipo venía corrido, ganando títulos, clasificaciones para Champions... Pero poco a poco se fue traspasando a gente, venían otros y algunos daban el nivel y otros no. El equipo había perdido calidad, pero no habíamos cambiado el chip. Exigencias había las mismas, pero el equipo había ido un poco a menos. Estaba para luchar por la UEFA y si se daba, a lo mejor Champions, pero no para tener la certeza de estar entre los cuatro primeros", comentaba el marchenero ayer.

El técnico, que previamente había consquitado un título de Copa -aunque sólo dirigió la final- y una clasificación para la Champions entiende que el entorno en general ahora sí ha captado el mensaje, pero cree que con él, el Sevilla tuvo demasiada prisa en destituirlo comparado con otros técnicos: "Con Manolo (Jiménez) se fue muy exigente y el club, con todo en contra, estuvo aguantándolo. Con Manzano lo mismo y Marcelino, igual. Pero conmigo se tuvo demasiada poca paciencia. Que haya confianza es bueno y me alegro que se crea en el trabajo que se hace. Es como debe ser. Si no hay resultados y ves en los entrenamientos que se está trabajando bien, hay que dar confianza".

La pasada campaña Marcelino, también lastrado por caer en Europa ante el Hannover 96, firmó un arranque idéntico al de Míchel. Un triunfo casero ante el Málaga (2-1), un empate en Villarreal aunque logrado en los últimos minutos (2-2), un 1-0 en casa ante la Real Sociedad y otro empate fuera, en Pamplona (0-0). Pero ya se le criticaba cierta falta de ambición, sobre todo fuera. El asturiano mejoró sus números después, con un épico triunfo ante el Valencia con nueve jugadores, otro empate en el Calderón (0-0), un 2-1 ante el Sporting y, sobre todo, un soberbio planteamiento en el Camp Nou, de donde salió ileso. Era un magnífico arranque al que se le restaba méritos para achacarlo al buen momento de Javi Varas. Y tras el 0-0 ante el Barça de Guardiola vino la caída en picado y Marcelino no aguantó.

El técnico, contactado por Diario de Sevilla, no quiere remover nada ni comparar sus ocho puntos en las primera cuatro jornadas con los de Míchel. "Es que no estoy ahí y prefiero no hablar nada. Pero 8 puntos está muy bien", se limitó a decir el asturiano.

Se habla en estos casos de sensaciones, pero las sensaciones son muy subjetivas. A Antonio Álvarez, que sí habla, no le duelen prendas en reconocer que ve buenas vibraciones en el Sevilla de Míchel. "El otro día me recordó algo aquel equipo de los títulos. Robaba con la defensa arriba, trabajaba, salía fuerte... Parece que se ha acertado con los fichajes y se puede soñar otra vez. En algunas fases se parecía a aquel Sevilla poderoso", relata el técnico sevillano, que tampoco olvida que un triunfo sobre el Real Madrid siempre lo magnifica todo y que en esta ciudad se pasa con facilidad del pesimismo a la euforia: "Ganarle al Madrid le da otra dimensión más grande a lo que haces. Pero las sensaciones estaban siendo buenas. El día del Rayo faltó el gol, hubo mala suerte, pero tampoco me gusta lanzar las campanas al vuelo, porque esto es largo. La liga del Sevilla es sumar y ganar en Riazor y a los equipos pequeños".

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