1 remates a puerta 11 Faltas recibidas 02 Balones recuperados 04 Balones perdidos 12

Más 'patás' da el hambre

  • Buscavidas y buscagoles, Acosta y Oliveira plasman en el área parte de la infancia difícil que comparten · Uno tiene alma de potrero y el otro, el ayer ganador, de dandy

Hace mucho tiempo que alguien dijo aquello de que el fútbol es de listos y no es que Ricardo Oliveira fuera ayer más pillo de Lautaro Acosta, las dos novedades por así decirlo en ambas alineaciones. Simplemente estaba en el sitio justo en el momento adecuado. Cuando el hijo pródigo del beticismo cantó gol, el primero de su segunda etapa en Heliópolis, el argentino probablemente estaba en la ducha. No hizo un gran partido el brasileño -más daño hizo Sergio García-, pero le bastó con intimidar y ganarse la sonrisa cómplice de su gente no fallando la segunda ocasión que tuvo. Lautaro, por su parte, incordió como pudo y como le permitieron sus piernas de potrero bonaerense. Porque si Ricardo tiene alma de dandy, el Laucha tiene alma de potrero.

Exponentes de las cunas futbolísticas más preciadas del mundo, Brasil y Argentina, ambos comparten una infancia difícil que quizá -y sin quizá- les agudiza el ingenio en el área. El bético tuvo ocasión de rentabilizarlo con un gol, el de la tranquilidad para su equipo, cosa que no pudo hacer el sevillista aunque sí lo demostrara, como en un remate en el que metió la cabeza como lo haría en sus buenos tiempos de pillería callejera, asignatura obligada en la infancia de la mayoría de brasileños y argentinos. En ambos casos el fútbol fue y seguirá siendo la válvula de escape, ese sueño de padres e hijos del que no escaparon los Acosta y los Oliveira. Se les nota en los movimientos, puede que más acusado en el caso del que ayer comparecía como local. Se le aprecia más hambre de éxito, lógico porque, como quien dice, acaba de llegar. Acosta revendía petardos para ganarse unos cuartillos; Oliveira, lo que pillaba en la calle. Dos buscavidas que se agarraron al fútbol.

Los dos fueron las novedades de Manolo Jiménez y Paco Chaparro. La de Oliveira estaba más que cantada y quizá la titularidad de Acosta era algo más rebuscado, aunque -curioso-, el ex de Lanús sólo ha sido titular en tres partidos de Liga y dos de ellos han sido derbis. Comenzó Lautaro muy impulsivo, ayudando entre líneas y generoso en la presión, ofreciéndose al portento físico y futbolístico que hoy día es Jesús Navas y tratando de buscar su espacio para, como ante el Athletic, tener otro minuto de gloria que dedicar a su padre, quien, también futbolista como sus tres hijos, lo animó a aplicarse con la pelota y a inscribirlo en Lanús con nueve años. No irá hoy con la misma alegría a comprar los periódicos. Otra vez será.

El partido de su rival en el área fue todo lo contrario. Empezó nervioso y quizá crispado y eso le llevó a entrar a veces a destiempo y a discutir con el árbitro. Pero Sergio García lo fue pausando y le fue poniendo el derbi a su son. Chaparró lo aguantó en el campo y encontró el premio tras esa apertura con el exterior de Arzu. El partido estaba roto y Oliveira hizo lo que mejor sabe. En un principio su gol tenía el valor de la puntilla, de la tranquilidad, pero luego, tras el de Kanoute, adquirió mucho más. Valía una victoria.

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