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Entre sueños de capitán

  • Palop lidera al Sevilla desde la portería impulsando una demostración de espíritu combativo que hundió la moral rival. Cicinho reta a Cristiano a un baile triunfal.

Podía ser un avance de lo que iba a acontecer el hecho de que Marina Alabáu y Lorena Miranda realizaran el saque de honor del encuentro. Podía ser otro avance la apuesta de Míchel por un sistema diferente que apuntó más al sacrificio colectivo que al táctico. Pero el recuerdo de los anteriores duelos ante el Real Madrid persistía en un ambiente que varió con un mensaje que el propio Palop trató de difundir en las redes sociales: Nervión no iba a regalar los puntos.

Y fue el portero el primero en entrar en escena. Lo hizo siendo noticia por defender la portería sevillista cuando Diego López ya había cumplido su sanción. Lo hizo resolviendo con carácter acciones que quizás pedían mucho de lo que él puede aportar. Cuando Higuaín abrió una disputa colectiva tras una acción de Fernando Navarro, Palop utilizó su brazalete para enseñar a Undiano Mallenco que ahí no sólo debía mandar el Madrid. Mientras, el Sevilla ya lo estaba haciendo en el marcador y Nervión ya creía que quedarse los puntos ante Mourinho ya no era una tarea imposible.

Pero también era momento para los reencuentros. Sergio Ramos observó a Jesús Navas en las cercanías al tiempo que Spahic recordó a Cristiano Ronaldo que su fortaleza no siempre es ganadora, que en ocasiones la derrota es una realidad más continua.

El portugués nunca encontró su sonrisa en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Protestó, pidió ayuda en acciones que nunca tuvieron justificación y terminó el duelo con una herida. La tristeza del luso terminaba con sangre en vez de con goles. Una acción reflejó la realidad del choque de ayer. Cicinho, crecido en el flanco derecho, se atrevió a profundizar por su banda y provocar a Cristiano Ronaldo con amagos y regates para el escaparate. Los papeles habían cambiado. Las bicicletas y las ruletas marsellesas eran frenadas por un Sevilla que sí creía, que esta vez sí supo convertir en felicidad la ilusión inicial.

Y la afición sevillista no faltó a su cita. Los pitos a Sergio Ramos y Cristiano Ronaldo se convertían en ánimos interminables con cada contragolpe nervionense.

Las ansias de triunfo bastaban para que el ordenado esquema de Míchel saliera triunfante de su reto ante Mourinho. El portugués ni siquiera podía irse al túnel de vestuarios antes del descanso ante el temor de que Di María viese su segunda tarjeta. Todo acontenció según un guión que él no había escrito, y fue la realidad que varió todo respecto a las dos últimas campañas.

Palop terminó el choque con abrazos victoriosos al tiempo que el Madrid lloraba la pérdida de más puntos en una Liga recién empezada. El capitán del Sevilla sabía que su equipo necesitaba un punto álgido como éste para volver a lanzarse hacia unas metas alcanzables. Con él como protagonista, con él como guardián de los sueños de Nervión. Los que existieron en el Pizjuán y nunca tuvieron la intención de ser regalados.

La tristeza de Cristiano Ronaldo no se apagó en Sevilla. Pero el Sevilla sí encontró parte de la fórmula para que su sonrisa inicie su camino de retorno definitivo.

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