CRÍTICA VIDEOJUEGOS

Jack ha llegado a la ciudad

Madworld | Platinum Games | +18 | 56,90€ | Wii

Como una propuesta atípica, personalísima y extrema, surge de la nada y con más rabia de la esperable en la consola Wii el título Madworld. En él encontraremos un mundo en efecto no demasiado cuerdo, en el que se retransmiten por televisión, en el contexto de un reality show enfermizo, auténticas batallas campales callejeras patrocinadas por magnates consumidos por el tedio. Nuestro protagonista, Jack (a secas, como él mismo insiste), algo así como un Hellboy que ha perdido la inocencia y ha sustituido su puño gigantesco por una sierra mecánica adherida al brazo, protagonizará un viaje repleto de casquería en el matadero que es la ciudad en que transcurre la acción… eso sí, casquería fina, tan alejada de los cánones visuales comunes, que nos hará aplaudir fervientemente el buen gusto del que han hecho gala sus desarrolladores.

Muy en la línea de títulos cinematográficos sin demasiada vergüenza como Battle Royale (Finji Fukasaku, 2000), y estilísticamente afín (como para negarlo) a la estética de tintas expresionistas popularizada por Frank Miller en su hoy archiconocida saga Sin City, Madworld nace con la voluntad de llevar la violencia planificada e imposible de los filmes de acción adrenalínica al videojuego. Y lo consigue, desde luego, como puede comprobarse en la multiplicada diversidad y sofisticación de sus mecánicas violentas (en total hay unas cincuenta formas diferentes de agresión letal), convirtiendo las posibles carencias visuales del uso del 3D de baja textura en una virtud, merced a su vanguardista juego de contrastes bicromáticos (el único color discordante en la gama del blanco y el negro absolutos es el intenso rojo de la sangre vertida), y soslayando con socarrón cinismo esa cierta hipocresía perdonable que consiste en criticar la violencia en los medios de comunicación exhibiéndola en todo su esplendor hiperbólico como su principal atractivo comercial.

Madworld es en definitiva un título clásico de lucha callejera tridimensional, un género no precisamente fácil, que últimamente está viviendo una especie de breve destello gracias a iniciativas muy estimables, como es el caso del descargable Watchmen para Xbox 360. Sus añadidos estéticos, sin embargo, extreman la propuesta en todos los sentidos, y la convierten en algo más: un disfrute visual de un estilo underground no digerible por todos los paladares, desde luego, pero cuya capacidad de inmersión, una vez aceptado el universo que se nos ofrece, es sólo proporcional a sus casi inabarcables facultades de sorpresa.

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