Aún queda todo el meollo por desarrollarse en La catedral del Mar, sus lectores andarán relamiéndose porque este primer capítulo de presentación de anoche revela la calidad de una producción de Atresmedia llamada a dar la vuelta al mundo como La casa de papel (sí, también se emitirá por Netflix) y es una justa aproximación a lo que cada seguidor de Ildefonso Falcones tenía en su imaginación del relato medieval barcelonés. Tabarnia siempre fue así de cosmopolita y mestiza, como bosqueja este prólogo.

El arranque de la adaptación literaria no abarca a los personajes principales de la historia. Daniel Grao y Natalia de Molina, padres del ficticio Arnau (que interpretará Aitor Luna), ponen en situación en un asfixiante inicio, con todas las reglas de una historia marcadamente maniqueísta. Roles novelescos, muy subrayados, y detalles crudos, al límite de los arquetipos del serial, que obliga esta adaptación literaria. Habrá sus comparaciones con la siempre excesiva Juego de Tronos, aunque no habrá dragones entre estas piedras.

La productora a la que le cunde el presupuesto con bastante imaginación y recursos es Diagonal, con Jaume Banacolocha y Jordi Frades, los que levantaron en La 1 más acuciada por los gastos la notable Isabel. La producción ejecutiva de Atresmedia, con Sonia Martínez al frente, también se refleja en el sello de un acertado casting, lo que se irá confirmando en sucesivos capítulos.

La catedral del Mar son ocho entregas con ocho horas en total, una serie que se verá de una tacada en muchos países y que nos permite mantener el hábito, ya parece que algo trasnochado, de aguardar semana a semana. El prime time español necesita de esta Catedral y también de La verdad, demasiado intensa para poca chicha por ahora, en los lunes de Telecinco. La Edad Media de La catedral (ay, esas mesitas de noche) cuenta con erratas, pero a fin de cuentas son pecados veniales en esta visión pasional y entretenida.